Memorias diarios y crónicas historia de la revolución de la independencia del Perú
IDSTORIA DE LA REVOLUCION DE LA INDEPENDENCIA DEL PERU 47 del gran caudal de agua que llevaba á aquella sazon. Viéndose Tristán en la necesidad de arriesgar una batalla decisiva, i esperando que la bizal'TÍa de su brillante ejército le baria triunfar de sus contrarios borrando de eSte modo la mancha que babia recaido sobre él en la anterior derrota del Tu– cumán, lo formó en la mañana del 20 fuera de la plaza, i escitando el ma– yor entusiasmo en todas las clases, se arrojó contra el enemigo con aquel denuedo que es propio de quien aprecia en su justo valor el honor militar; mas habiendo aflojado el ala izquierda , mandada por el marques del Tojo, cuya conducta sospechosa recibió un grado ayor de credibilidad cuando se le vió tomar partido con los rebeldes, hubo de retirarse á la plaza en el mayor desorden. Allí determinó el desgraciado Tristán hacer una desespe– rada defensa; pero como los or~osos enemigos despreciando el peligro se hubieran hecho dueños de mucha de las calles de la ciudad hubo de capi– tular con la obligacion ."uramentada de no tomar las armas contra los de Buenos-Aires ninguno de lo individuos erten ciente á aquella division, i de rendir las suyas con los honores de la guerra, verificando lo mismo la guarnición de Jujní. El objeto de un acto de generosidad tan decantado tuvo el resultado que se prometia el general insurgente. s· bien algunos de aquellos militares se incorporaron de nuevo á las filas realistas sin que se resintiera su delica– deza en faltar á nno empeño que no eran de modo alguno obligatorios por haber sido contraídos con súbdito rebeldes, otro sin mbargo se dedicaron á pervertir el espíritu 'blico roclamando el brillo i entusiasmo de las tro– pas de Buenos-Aires, i pintando con los colores mas halagüeños la cau a que ellos defendian. Fueron por lo tanto nviado á us casas con decoro os pre– testos logrando el objeto que o d ma soldado quedasen libres de los venenosos tiros de la seduccion ma no los pueblos, cuya opinion acabaron de estraviar los citados individuos. El general Goyeneche, que se hallaba en Potosí cuando recibió la noticia de la batalla i capitulacion de Salta quedó sumido en el ma acerbo dolor al considerar lo difícil que eria reprimir el torrente impetuo o de un o ado enemigo en oberbecido con tan brillant e m eradas victorias· i resolvió por lo tanto retirar e á Oruro comuni ando con urgencia sus órdenes para que siguiera igual destino el coronel Picoaga que se hallaba en Suipacha con un batallon i cuatro piezas a i como el presidente Ramirez que guar– necia la ciudad de la Plata i el efe Landivar que mandaba la espedicion d V allegrande. Todos ejecutaron felizmente las órd nes del eneral meno te último que no pudiendo retroceder e dirijió á Santa Cruz en donde perdió toda su gente. El coronel Lomhera que se hallaba n Cochabamba con una fuerza de 1.000 hombres entre infantería i caballería recibió instru ciones pa· T~ permanec r n dicho punto hasta nuevo aviso, i para estraer i remitir á Ororo todos los vív res i ausilios que pudiera reunir sin gran qu hranto de la
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