Misiones peruanas 1820-1826: misión García del Río-Paroissien
doce años de revolución y que al intervenir en la vida pública del país se le "abría un vasto campo de gloria y de peligros"; gloria y peligros porque su pensamiento no era el mismo de antes, sino to- talmente distinto al de su juventud en Río de la Plata. En la Me· maria que escribe en el destierro -Quito 1823- expresa a este pro· pósito: "para expiar mis primeros errores, yo publiqué en Chile en 1819, el Censor de la Revolución; ya estaba sano de esa especie de fiebre mental que casi todos hemos padecido; y desgraciado el que con tiempo no se cure de ella". Esto descubre el pensamiento y la forma de actuar de Monteagudo en el Perú. Manifiesta claramente que es opuesto al pacto social, a las formas liberales, a la democra– cia, a la república en suma. En su Exposición de 1822, como Ministro de Estado, dice que "la única cuestión que ocupa a los que piensan, es acerca de la farma de gobierno que convenga adoptar; el nombre de rey, se ha hecho odioso a los que aman la libertad; el sistema re– publicano inspira confianza a los que temen la esclavitud, este gran problema será resuelto en el próximo Congreso: la voluntad general dará la ley, y ella será respetada y sostenida." Sin embargo estas de· claraciones eran únicamente producto de la resistencia que había encontrado entre los peruanos. Era cierto que el Congreso Consti– tuyente que se vio obligado a convocar San Martín el 27 de diciembre iba a decidir al año siguiente sobre esa cuestión, pero al designarse la Comisión que debía elaborar las bases constitucionales y el re– glamento de las elecciones de diputados se escogió una mayoría de amigos proclive al gobierno monárquico. El plan no prospe– ró porque en el seno de dicha Comisión hubo hombres de la ta– lla de Francisco Javier Mariátegui, Javier de Luna Pizarra, Maria– no Alejo Alvarez y Toribio Rodríguez de Mendoza, el viejo Rector carolino, que eran partidarios convencidos y practicantes de la for– ma republicana de gobierno. Lo dicho por Monteagudo en la Expo– sición citada, carecía pues de verdad y constituia simplemente una manera de encubrir su manera de pensar que era decididamente mo· narquista; además sus propios actos demostraban lo contrario. Por todos los medios quería inclinar la balanza a esa forma de gobier.. no y tenía la esperanza de salir airoso; pero los liberales no cedie~ ron sino que apretaron filas en la Sociedad Patriótica y a través de los periódicos como la Abeja Republicana, para dar la batalla republicana que al fin lograron ganarla. Tan cierta y hasta agresiva era la posición monárquica de Monteagudo que aún en el destierro persiste en sus ideas. En la Memoria antes mencionada manifiesta que "las ideas democráticas son absolutame_nte inadaptables en el Perú" y sostiene su posición ideológica basándose en cuatro puntos: XVIII
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