Misiones peruanas 1820-1826: misión García del Río-Paroissien
pesos mensuales. Sólo fue aceptado por el gobierno el donativo de cada mes, que él hiza subir después a quinientos pesos". Por su parte dice Paz Soldán: "la causa de la libertad progresaba rápida– mente; muchos ciudadanos se disputaban la preferfncia para pres– tar sus servicios personales, otros ofrecían sus fortunas o entrega– ban fuertes sumas de dinero, camisas para el ejército y artículos igualmente necesarios ... ". No faltaban, por supuesto, quienes ati– zaban la llama de la resistencia a la causa patriota y abogaban por el apoyo a los intereses realistas. Sobre ellos predominaban los pa– triotas que no escatimaron esfuerza alguno y el sacrificio de sus bienes por la libertad. Sin embargo, los generosos sacrificios no constituían sino expresiones transitorias de buena voluntad, palia- . tivos en todo caso, ya que no resolvían las situación económica que requería estabilidad y solidez para la buena marcha de la ac– ción libertadora. La causa fundamental de las disensiones entre San Martín y Cochrane, disensiones que precisamente culminaron con el violento y definitivo rompimiento entre los dos personajes, se debió a la falta de dinero, del numerario que reclamaba el inglés para pagar a la tripulación de la escuadra de su mando. San Mar– tín le ofreció 50.000 pesos como recompensa por la toma de la Esmeralda y una cantidad equivalente a doce meses de servicios, pero se negó a reconocer los sueldos atrasados que debía pagarlos el gobierno de Chile. ·La discusión se elevó de tono hasta que vino la separación violenta y Cochrane tomó por la fuerza los fondos de la Casa de Moneda que eran trasladados a Ancón para evitar que cayeran en manos de los realistas. Ahora bien, a medida que pasaban los días la situación se tornaba cada vez más angustiosa, porque si bien es cierto que los realistas habían abandonado la capital, ello no quería decir que la lucha por la causa de la libertad había terminado; todo lo con– trario, comenzaba porque los enemigos se rehacían rápidamente con gran empuje en el centro y sur del Perú. Fue un error el que se tuvo al pensar que la independencia se obtendría en poco tiem– po y sin muchos sacrificios. Monteagudo, uno de los hombres más inteligentes del momento y uno de los colaboradores más in– fluyentes de San Martín, decía en El Pacificador: "El vencimiento de los españoles ha entrado ya en la clase de los esfuerzos subal– ternos, que exige la independencia de América. Dirigiendo con mé– todo las operaciones militares y buscando al enemigo, cuando conven– ga, con el denuedo con que los han buscado siempre los independien– tes, la guerra será más bien en adelante un preservativo contra el XXI
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