Misiones peruanas 1820-1826: misión García del Río-Paroissien
296 MISION GARCIA DEL RIO · PAROISSIEN órdenes. Para justificar esta empresa insensata y para animar a los miserables que han de hacer parte de esta expedición, la guerra casi no habla sino de América y en la de antes de ayer se dice que Colombia era víctima de la guerra civil, que un jefe realista había batido y destrozado las fuerzas principales de la República, que el Congreso se trasladaba precipitadamente al valle de Oruro, que Bogotá había jurado al hijo de María Louisa etc.= Otra cosa dije al principio que, en mi pobre modo de ver, hasta en Roma debíamos tener agente y sigue la prueba. En 1822, ordenó el Papa a su nun– cio en esta corte (sujeto muy ilustrado y amigo particular de nues– tro Arzobispo) que pase oficio a todos los Obizpos de América residentes en la península pidiéndoles de su orden una relación circunstanciada del estado de sus diócesis, del general de América, de sus necesidades espirituales, dG los remedios probables, como también una lista de los eclesiásticos eminentes en virtud y saber. Al pasar su oficio a nuestro Arzobispo le manifestó confidencial– mente que el objeto que se proponía S.S. era recoger informes para nombrar inmediatamente Obizpos in partibus Vicarios apos– tólicos para todas las diócesis situadas en países independientes de América, como lo había acabado de hacer con la isla de Trini– dad donde ya hay un Vicario Apostólico, y como lo había hecho saber el gobierno de España. Yo puse el informe muy extenso y formé mi lista de claros varones: pero añadí que si el objeto era el que se desea y anunciaba ~l periódico Giorno de Roma (me le había mostrado el nuncio) la medida parecía de su Ilma. sabia y acertadísima, pero que creía que los Vicarios Apostólicos no serían recibidos en Colombia a no ser debidamente presentados por el Poder Ejecutivo de la República. Santa libertad me tomé confiado en la adhesión a la gran causa americana del nuncio Príncipe San– tiago Justiniani, que es el mismo general Justiniani que capituló en Milán con Napoleón, y de cuya persona, probidad y hacer hacía éste tantos elogios. Nuestro Arzobispo falleció habiendo oído y aprobado este informe, pero sin haber podido firmarle, lo que vis– to por el nuncio me encargó que le firmase yo como secretario y se le pasase con oficio, como lo ejecuté inmediatamente. La muerte de Pío VII paralizó este negocio y León XII todavía no ha hecho conocer al nuncio sus intenciones sobre América. Ahora bien: ¿No convendría que hubiese quien agitase este negocio en Roma? ¿No le parece a V. que el nombramiento de Vicarios Apostólicos es un paso al reconocimiento? ¿Y sería este indiferente en un pueblo esen– cialmente católico?= Colombano = Londres Mayo 29 de 1824
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