Misiones peruanas 1820-1826: misión García del Río-Paroissien

354 MISION GARCIA DEL RIO - PAROISSIEN silencio del Gabinete de Lima provenía de no haberse tenido a bien abrir siquiera nuestros pliegos al Señor Ministro de Relaciones Ex– teriores. Todo quedó entonces explicado. Ya hemos indicado que a principios de Octubre recibimos privadamente el decreto de 1<.> de Junio; que creimos deber aguar– dar; y que el Señor Robertson no trajo comunicaciones del Gobier.. no que nos alumbrasen. Aquí debemos añadir que este caballero declaró no estar autorizado para relevamos de nuestra comisión en lo político, y nos informó que el Señor Ortiz de Cevallos, nom– brado sucesor nuestro, tardaría tres o cuatro meses en llegar. Con este informe nos confirmamos en nuestra resolución de aguardar al nuevo Ministro, o en su defecto las órdenes del GobieP no, y así lo manifestamos en oficios Nos. 151, 172, 177 y 179. También hemos participado en oficio N<.> 181 que no había llegado a nuestras manos ninguna otra comunicación del Gobierno hasta el 15 del mes próximo pasado en que tuvimos el honor de recibir el oficio de V. S. fecha en Lima a 10 de Diciembre de 1,824 comunicándonos que S. E. el Libertador de Colombia había tenido a bien ordenar que cesásemos en toda función representativa de ese Estado por ser su voluntad que el Gobierno nombre su minis– tro cuando se vea libre de las atenciones de la guerra; y que entregá– semos al Señor don Juan Parish Robertson los papeles y demás objetos pertenecientes al Gobierno. Esta es la única, la verdadera carta de llamamiento que hemos recibido. En su virtud participa– mos al Señor Ministro de Negocios Extranjeros de S.M. B. la re– solución de S. E., e hicimos la entrega prescrita al Señor Robert– son, quedando así cumplidas las órdenes del Exmo. Señor Liberta– dor según nuestros oficios Nos. 181 y 183. Hemos manifestado en esta exposición con la extensión nece– saria y el respeto y con la franqueza que son debidos a ese Gobier– no y a nosotros, cual ha sido nuestro comporte durante el tiempo que tuvimos la honra de estar encargados de la representación de ese Estado en Europa. El honor es la propiedad más preciosa y más sagrada del hombre; y la autoridad no debe despojar arbitrariamente de aque- 1la propiedad a ningún individuo. Los decretos del Soberano Con– greso, y la conducta del Poder Ejecutivo para con nosotros han da– do lugar a presumir que podíamos haber merecido de algún modo el tratamiento que hemos experimentado; pero estando nosotros íntimamente convencidos de que no nos hemos desviado jamás de ía senda que señalaban el honor y el deber, nos es imposible sorne-

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