Misiones peruanas 1820-1826: relaciones diplomáticas con Gran Bretaña
CORRESPONDE 1 CíA 1)E JOSE JOAQlJIN OtlIEDO 249 cialmente en las mismas contestaciones evasivas a las serias recla– maciones que le han hecho los embajadores de Inglaterra y Portugal, y en los aprestos militares que hace por todas partes; se cree que la guerra será inevitable; en la cual no puede dejar de tener parte la Francia que no solo dirige a España en el día, sino que la tiene ocupada con sus tropas; ocupación que en caso de guerra no puede continuar, pues los ingleses, la reputarán como un auxilio directo y poderoso, proporcionando a la España no dividir sus fuerzas y aten– ciones en las guarniciones que hacen los franceses. Se asegura con fundamento, que Inglaterra exige de la Francia como garantía de su neutralidad la entrega de Cádiz; y de la España como garantías de sus protestas de no auxiliar a los emigrados, el reconocimiento de la constitución portuguesa, y modificaciones en su actual forma de administración.= La demanda de garantías es 'j ustísima con un Gobierno como el español, débil, falso y desacreditado: la clase y naturaleza de esas garantías es muy adecuada; pues la nueva cons– titución portuguesa es el pretexto· de la revolución de aquel país, y la causa de la guerra: y mientras no sea reconocida por España siempre hay temor de que abrigue a los rebeldes, especialmente ver– sándose en esta cooperación, como ella neciamente cree, su propio interés y seguridad pues mira con mas horror el influjo y el solo nombre de constitución que la guerra mas desastrosa, cuyas conse– cuencias ni prevee por su exceso de estupidez ni podrá contrarrestar por su falta de poder. Por consiguiente esta . garantía no es ni será concedida por España, mucho menos lo será la otra de modificar su Gobierno: y como mientras dure semejante Gobierno, que está en contradicción con el constitucional portugués ha de haber des– contentos, partidos y sediciones de parte del pueblo; y de parte del Gobierno temores y medidas hostiles; Inglaterra no cederá en su demanda porque no habrá entonces fundamento ni esperanza de que sean sinceros y estables los arreglos que en el momento pudieran hacerse, y que se desean hacer para conservar la paz. Parece pues que la guerra será inevitable. Pero es de creer que la Inglaterra tendrá la prudencia de tolerar las pérfidas inconsecuencias de Es– paña hasta que hayan desembarcado bastantes tropas inglesas en Portugal y hasta que pase esta rigurosa estación. En este fermento marcial hay una singularidad bien extraña, y es, que cuando en varias partes los reyes están moviendo guerra a sus pueblos para quitarles algunos restos de libertad, en Portugal el pueblo mueve la guerra a su rey por que quiere concederle algunas libertade . Pero nada es comparable con la estupidez y barbarie de los espa– ñoles que no solo pelean y se sacrifican por resistir ~ la libertad
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