Obra Gubernativa y Epistolario de Bolívar El Congreso de Panamá
136 RA UL PORRAS BARRE ECHEA razas y de inconvenientes, sin útiles resultados en nuestra respec– tiva situación, que sólo debería adoptarse cuando se tocase la im– posibilidad de obtener la fusión completa de las dos repúblicas. El ejemplo de los Estados Unidos del Norte ha extraviado a sus irreflexivos imitadores, que han introducido en las instituciones políticas de América un elemento perpetuo de debilidad, y un ger– men funesto de discordia. Esta importante indicación servirá a V. S. de norma, sin necesidad de insistir sobre demostraciones que creo le sean familiares. Más útil será apuntar las varias dificultades que pueden sus– citarse en la negociación preliminar de objeto de tanta trascen– dencia: 1 ~ La diversidad de las constituciones. El Gobierno juzga que examinada imparcialmente la del Perú a la luz que ministran la experiencia y las teorías perfeccionadas, es forzoso confesar, aún con dolor, que necesita ser refundida. Las circunstancias en que fue formada no eran ciertamente favorables para su perfección; los legisladores no tenían el sosiego indispensable para ocuparse con buen éxito de tan grave empresa; y el ensayo que dieron a la nación, sin duda con la mejor intención, no parece que debe ser– vir de rémora a nuestra consolidación, condenándonos a oscila– ciones y tentativas perniciosas. Si Bolivia aceptase, como es de esperarse, el proyecto presentado por el genio del Libertador, la prudencia no aconsejará que le adoptemos como un don de la Providencia, salvas las modificaciones que exigiese nuestra pecu– liar posición. Para salvar cualquier tropiezo o dificultad, parece– ría muy del caso que Bolivia pusiere por condición de la unión nuestro allanamiento a ser regidos por el mismo código funda– mental el cual podría lograrse mediante el buen sentido de los colegios electorales. El segundo punto que puede ofrecer embarazos, es el relativo a la designación de la capital. Los bolivianos alegarán, tal vez, la distancia que media entre Lima y sus provincias. Pero entre par– tes tan influídas por intereses tan sublimes como los de la exist n– cia, del vigor y de la prosperidad, pequeños inconv nientes r lati– vos no deberían entorpecer la realización de un plan grandioso. Nosotros creemos, posponiendo todo apego de localidades, que no hay ciudad que pueda reemplazar a Lima, como capital del Perú Alto y Bajo; pero si el establecimiento de otra se exigiese como medida indispensable, "conditione sine qua non", aún en esta hi– pótesis, nos mostraríamos dispuestos a sacrificar nu stro dicta– men, nuestros afectos y dignidad, y el convencimiento que ten · mos de lo perjudicial de mejant tra lación, ant la ara del
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