Obra Gubernativa y Epistolario de Bolívar El Congreso de Panamá

EL CONGRESO DE PANAMA 11 particularmente la célebre «Logia Americana», recogieron el gran espíritu americanista de su fundador, reuniendo en su seno, como e bozo de una federación futura a miembros de todas las regiones de Am ,rica, enfenrorizados por una idea común. El movimiento emancipador tendió así, des<le el primer mo– mento, a conectar en uno solo todos los esfuerzos para el ' triunfo, hasta alcanzarlo por el abrazo de las dos revoluciones , la del norte y la del sur, en el suelo propicio del Perú. No importa, por eso, quién enunciara primero lo que era anhelo y convicción en todos los espíritus y obraba ya como una fuerza en los acontecimientos . Lo que interesa constatar es la universalidad que tuvo entonces el sentimiento unitario y la efusión casi mística con que en todas partes fué proclamado. La fecha de la iniciación de los esfuerzos solidarios es así la misma del estallido revolucionario. En ·todas las juntas fidelistas de 1810 germina la inquietud federativa. La junta de Caracas ape– nas constituida, en 18 de abril de 1810, dirige una circular a las au– toridades ae los demás pueblos del continente invitándoles a liber– tarse de la esclavitud y a contribuir a la gran obra de la confedera– ción americana. El año siguiente los estados vecinos de Cundina– marca y Caracas estrechan su unión, por un tratado de amistad, alianza y federación. Las Juntas de Gobierno de Buenos Aires y de Santiago de Chile traban, desde el primer momento, íntimos lazos. Aunque Mariano Moreno, el alma de la Junta bonaerense, fuera, por espíritu, unitario y localista, y por ingenuos planes de imperialis– mo, opositor a las ideas de federación americana e inaugurase des– de entonces para su país una prescindente norma internacional, la Junta de Buenos Aires tendió los brazos, en 1810, al Cabildo de Santiago . Don Antonio Alvarez Jonte, Delegado de Buenos Aires en Chile enviado a ese país en busca de auxilios materiales, dejándose llevar probablemente, de un lirismo personal, propiciaba, en su di - curso de recepción en Santiago, la unión de las juntas gubernati– vas de ambos pueblos y la alianza «no sólo en la guerra, sino tam– bién en la paz, con el objeto de celebrar pactos comerciales y polí– ticos con otros países» (2). El Director chileno, propuso, en 1810, a la Argentina, en reciprocidad de anhelos, la reunión de un Con– greso de todas las naciones de América para el establecimiento de una Confederación, idea que la Junta Argentina rechazó por consi- (2) Alejandro Alvarez, La diplomacia de Chile durante lcL emancipa Ión . (Editorial América) pág. 70.

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