Obra Gubernativa y Epistolario de Bolívar El Congreso de Panamá

36 RAUL PORRAS BARRENECHEA tario del general Miranda. Actuó en las turbulencias venezolanas del año de 1815 y tuvo que escapar a Jamaica. Regresó más tarde a luchar por la independencia y fué diputado y jefe de gobiernos provinciales. Bolívar apreciador de su talento, le nombró en 1821 u Ministro de Relaciones Exteriores. Al lado de Bolívar es uno de los grandes consejeros de este, trasmisor poderoso del pensa– miento del héroe, celoso siempre de encontrar en la colaboración de plumas magistrales, la más bella y apropiada exteriorización. Gual era diplomático por espíritu y vocación. El crea la tra– dición diplomática colombiana: lucidez, sutileza, lirismo. El pla– nea las misiones Mosquera y Santa María, juega con la cancillería inglesa la comedia del reconocimiento y con los Estados Unidos los dados de Cuba y Puerto Rico. Proclama principios de vasta fraternidad como el del uti possidetis y la confederación ameri– cana al mismo tiempo que afirma los derechos de su país y trata de asegurar su preponderancia. Gual es el iniciador y el sostene– dor de la idea del Congreso de Panamá. El redactó las instruc– ciones de 1821 y fué el autor de las frases famosas que resumen el papel del Congreso y corren bajo el nombre bolivariano. En Panamá Gual llevó a nombre de Colombia la batuta de las discusienes. Presidió la primera sesión del Congreso y espiri– tualmente las otras. Presentó sus proyectos con suma modestia, prestándoles solo un valor momentáneo y logró hacerlos aprobar casi en su totalidad. Era a un mismo tiempo severo y persuasivo. sutil y tenaz, dialéctico calmado y a veces irónico. Vidaurre re– cuerda en sus cartas su risa sardónica. La posición triunfante de Colombia, el resplandor de la gloria bolivariana, la onvicción de la superioridad intelectual que le asistía sobre los otros delega– dos, entre los que solo Pando hubiera sido capaz de hombrearse con él, y por último el convencimiento de que el Congreso era u oora, le dieron una especie de autoridad paternal sobre la asamblea, de la que esta intentó naturalmente emanciparse y lo consiguió en varias ocasiones. Gual miró estos actos de autonomía con agrio recelo y su correspondencia abunda en quejas contra la sinceridad de propósitos de mexicanos y peruanos. Desconfiaba de unos y de otros. A los primeros imputaba ideas de predomi– nio continental porque solicitaban la traslación de la sede del Congreso a su territorio, cuando él fincaba iguales propósitos en su permanencia en Panamá. A los peruanos los tildó de ingratos porque no secundaban planes perjudiciales al Perú, en beneficio colombiano. A todos acusó de hallarse inspirados en prejuicios

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