Obra Gubernativa y Epistolario de Bolívar El Congreso de Panamá

58 RAUL PORRAS BARRENECHEA c5.do por el sorteo fue: Colombia, Centroamérica, Perú y México. Don Pedro Gual, delegado de Colombia, presidió la sesión inaugu– ral del Congreso. En la primera reunión sólo se procedió al canje y reconoci– miento de los poderes respectivos, los que se declararon conformes. Vidaurre, dando expansión a sus sentimientos tumultuosos de tri– buno, escribió un discurso relumbrante de citas históricas y de frases declamatorias, como saludo al Congreso. La arenga de Vi– daurre era una exaltada alabanza del papel que correspondía al Congreso y de la trascendencia histórica de éste colocado entre el pasado de la humanidad, que le brindaba su experiencia, con sus ensayos de organización y de libertad y el futuro del mundo cuyos cauces iba a señalar. Pero, en la grandilocuencia de su diser– tación, el estrambótico delegado peruano se dejaba llevar de cier– tas declamaciones libertarias que a juicio de sus compañeros de asamblea pudieron provocar la desconfianza de los gobiernos euro– peos hacia el Congreso. Vidaurre se sobrepasó aún al aludir a la presencia del comisionado inglés y a la situación del Perú respec– to de la Gran Bretaña. "La existencia de un estado no depende de su reconocimiento -decía el discurso:- esto sólo sirve para abrir relaciones. El ser de una nación consiste en su organización jnterior política. Tengamos ésta, que al mundo entero le conviene comunicarnos. Guardemos decoro: no admitamos extranjeros que no vengan autorizados con las fórmulas diplomáticas. No consin– tamos que en nuestros puertos se enarbolen pabellones sino de aquellos reinos y repúblicas donde las nuestras sean admitidas". El final de la arenga era de un lirismo ferviente (66): "Sobre todo formemos una familia; concluyan los nombres que distin– guen los países y sea general el de hermanos; trafiquemos sin obs– táculo; jiremos sin trabas ni prohibiciones; en ninguna aduana se registren efectos que sean americanos; démonos de continuo prue– bas de confianza, desinterés y verdadera amistad; formemos un cuerpo de derecho que admire a los pueblos cultos; en él la inju– ría a un Estado se entienda causada a todos, como en una socie– dad bien arreglada la que se comete contr a un ciudadano interesa al resto de la república. Resolvamos el problema del mejor de los gobiernos. El nuestro gozando de la mayor cantidad de bien el individuo, y la más completa la nación, es sin duda el que toca el ápice de aquella dicha de que es capaz la natural za humana. (66 ) Pág. 497 de este volumen .

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