Obra Gubernativa y Epistolario de Bolívar El Congreso de Panamá

74 RAUL PORRAS BARRENECHEA tumbres aparte- por vinculos económicos y comerciales. El primero sugirió una coordinación de ideales, el segundo propuso una uni– formfdad de medidas, tarifas y aranceles. El hispanoamericanismo de Panamá pensaba como póstuma tarea, reglamentar el comercio, después de haber trazado magníficos senderos a la justicia interna– cional. El panamericanismo no quiso hacer el bosquejo de la futura unión americana, sin establecer primero las bases materiales de ella: reglamentaciones aduaneras, convenios monetarios, sistema común de pesos y medidas, acuerdos sanitario's, ferrocarriles y caminos panamericanos. En sentido contrario el panamericanismo ha llegado en sus últimas reuniones al punto -inicial de - Panamá: codificación de las normas jurídicas internacionales, proscripción de la guerra, por la conciliación y el arbitraje orientación hacia la paz y el desarme, protección a los valores culturales de América. El recorrido en sentido inverso ha sido lento y penoso. ¿Es un triunfo del ·panamericanismo sobre el viejo y castizo hispano– americanismo de Panamá?. El panamericanismo llegará, es cierto, a imponer, después de cuarenta años, las formas y principios de justicia internacional, tanto tiempo anhelados en América y pre– conizados por los débiles. Pero esos cuarenta años habrán sido de luchas y de odios profundos, de soluciones en que el derecho no pudo imponerse y hubo de someterse al interés de la paz o a la presión de la fuerza. Al panamericanismo triunfante le tocará, pues, realizar los grandes sueños de unión continental, entrevistos por Bol 'var, la armonía de todas las naciones del nuevo mundo y la imposición a éstas de reglas de justicia internacional. Sólo que esta jmposición, por una coincidencia irónica, llegará a ser realizable en un día ya cercano en que se hallen resueltos por transacciones equitativas, los más hondos problemas internacionales de nuestra América. Las aguas del inmenso y tormentoso océano que Bolívar so– ñaba en 1826 en armonizar, como el loco griego desde una roca solitaria, se juntarán entonces, no ya por obra de un fiat inspi– rado ni en impetuoso tumulto de vida, sino con precisión científica, impulsadas por un rígido mecanismo de esclusas, como las que juntan sin fundirlas, las aguas estancadas de los dos océanos, a través de la estrecha lengua de tierra que sirvió de albergue al Congreso de Panamá. RAUL PORRAS BARRENECHEA Lima, 1926.

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