Obra gubernativa y epistolario de San Martín

Prólogo XIII me el mando de Protector de nuestra libertad, se explican por su voluntad de afirmar un Ejecutivo fuerte en momentos de guerra y de profunda transición. Además, la legislación del tiempo del Protectorado es como lo dice el mis– mo fundador de nuestra Independencia una legislación transitoria en tanto que se reúna el Congreso del Perú, y que sólo busca la buena marcha de la gue– rra y la inicial afirmación de la buena autoridad. Pero hay algo más. San Martín, y esta es virtud capital que los peruanos no olvidamos, orienta sus disposiciones legales no en función de esquemas teóricos, sino que muy al contrario considera con minuciosidad la realidad pe– ruana para que estos dispositivos legales se conviertan de verdad en instru– mentos eficaces. No puede desconocerse que hay en San Martín discreción, prudencia, cautela. La revolución que él encarna, y que es siempre revolu– ción, procura que se presente en el procedimiento y en el progresivo conte– nido como un cambio no brusco n i violento, y procura, del mismo modo, que la Emancipación no represente una paralización de la vida del Perú. Piensa San Martín, y está en la entraña de su primera acción legislati– va, que lo esencial reside en que el ejercicio del poder pase a manos de los peruanos, a los señores del Perú. En una segunda instancia atiende a que las nuevas normas ganen el respeto y la obediencia de la población; en un tercer nivel, sin que esto signifique una secuencia matemática, hállase inequívoca en San Martín y en su obra una clara preocupación de orden social orientada a realizar el bien común de los peruanos. Dentro de su ánimo que busca afirmar la creencia en la autoridad Y evi– tar la anarquía, como antes reiteradamente se expresa, aparece en San Mar– tín la forma monárquica como un instrumento transitorio y pedagógico, que significara frente a los días y a las costumbres virreinales una transforma– ción sin violencia, sin riesgo de desacato. En esta obra esencial de gobierno de San Martín en el Perú entre julio de 1821 y setiembre de 1822, y aun desde la llegada a Paracas, no puede pre– sentarse al Protector como un hombre solitario y no puede presentarse su política como tarea originalísima o personat. Al lado del Protector en la ins– piración ideológica y de la influencia humana y en la amistad se hallan Bernar– do de Monteagudo, sin duda el artífice ideológico del Protectorado; Juan Gar– cía del Río, el hombre fino y culto que orienta múltiples labores con su deli– cadeza humana; y está igualmente Tomás Guido , ami go cercano de San Mar– tín y siempre leal a su nombre y a su obra. Y entre los peruanos que se hallan a la vera del Protector no puede omi– tirse a José de la Riva Agüero, hombre fundamental en los días anteriores a la Expedición Libertadora y en el proselitismo constante, sin olvidar la pos– terior y profunda discrepancia con Monteagudo que es asimismo un alejamien– to de San Martín; a Hi pólito Unanue, en los primeros pasos de la organiza– ción hacendaría y en el consejo siempre sabio y discreto · a Torre Tagle, que para San Martín y para el Perú representa el aporte del norte con el pronun– ciamiento de TrujiUo por la libertad, y que colabora con San Martín en el in– terino ejercicio del poder como Supremo delegado.

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