Periódicos: El Pacificador, El Triunfo de la Nación, El Americano, Los Andes Libres, El Sol del Perú

2 Sigamos al atúcinado escritor. Este cree que de aquellas palabras de Ja pas– toral sale estCJ. consecuencia : Juego los diarios de las córtes y otros mil pape– les que inundaron á Cádfa y se derra– maron hasta estas regiones , están to– dos, todos prohibidos. Se enga!ia ~1 se· ñor Amante de la ilustracitm. Dos epo– cas tiene la imprenra libre·: la primera es la de su ~stablecimiento, y I~ segup· da la de su restablecimiento. Si la es– _presion ilntes de la irnprenta libre se limita á la primera época, claro mas que el medio dia está , que la prohibi– cion de la potestad eclesiastica no com– prende á los diarios de las córtes &c. Pero aun quando se extendiesen las refericlas expresiones á la segunda épo· ca , esto es al tiempo intermedio de una época á otra, tampoco es legítima la consecuencia , porque los diarios y demas papeles publicados con ocasioo de las córtes, no fueron proscriptos por la jurisdiccion eclesiástica , sino por ór· den del rey dirigida al tribunal de Ja lnquisicion, cerno es constante por los edictos de ese tribunal , que al mismo tiempo fué regio y pontificio. Conozca ahora el señor articulista que procedió muy inconsiderado quan· do escribió esta arrogante asercion, de ser una prueba incontestable de Jos errores que son nocivos á la sociedad, las cuestiones que se han suscitado con la prohibicion r~fc:rida á nuestro excmo. prelado. Conocerá sin duda con mas claridad , sino le tupe y obstina su Ji. gereza y pr~cipitacion, sin fixar Jos ojos como dt:bia haberlo hecho en las palabras con que termina el edicto que se nxó y se mandó repartir en todo el arzobispado , 1 son las que siguen: " y celen los particulares pastores que " no circulen las enunciadas obras, que ,, condenamos, y las de su clase prohi· " bidas por sí mismas, que antes de la ,, imprenta libre estaban vedadas por '' la potestad eclesiástica. cr Aunque lo dicho hasta aquí sea bas– tante para una completa refutacion del articulista, con todo, quiero darle mas ensanche a la materia, ºº" vez que él desea y ama la ilustracion. Supongamos que la InquiSicion, despues de su res· tablecimiento, hubiese, como potestad eclniáatica , prohibido la lectura de al~ gunos papeles que circu1aron durante la celebracion de las córtes extraordi1 narias; y supongamos tambien que sus prohibiciones hayan sido injustas y efec· tos de pasiones ca:ldeadas entre libera– les y serviles; no por eso puede qual– quiera formarse una regla de su con· ducta por solo su opinion particular, sino esperar que una autoridad com· petente declare haber sido nulas por in_iustas. Mientras qt1e subsistió la In– qtJisicion, eca un tribunal respetable y autorizado por las leyes del reyno y bulas ¡xmtifkias; y por consiguience deben obedecerse sus mandatos, sia embargo de todo lo que le ha mere– cido su total exterminio. Por eso de– bemos esperar que se forme alguna co~ mision 6 junta de hombres de probidad y sábios , que seria bueno fueran pre– sididos por uno ó mas obispos, para que se ex-purgara el t:xpurgator-io, la qual sería un increíble servicio~ No hay porque detenernoi sobr~ lo ocurrido en órden á la conducta de los gobernadores en sede-vacante en Santander, porque ese caso es muy di– ferente del nuestro, pues- aqui ni ise trata de restablecer la Inquisidon :ni de imponer penas <.iviles pero sí, de– bemos fixar nuestra atencion sobre lQ. que añade en seguida nuestro articu– lista con tono magisterial , porque aqui es donde descubre á toda luz su volu– men y quilates este reformador sin mi– sion legítima. Encarga que se predique el evangelio sin figuras ni metáforas ridículas, como aun sucede y sucedi6 en .los tiempos de allá, e.o qu~ viviéron Jos padres Isla y Feijpó. Las figuras y metáforas ridículas no han sido fas causas , sino los efe.<:tos de la general depravacion del gusto sobre la ·orato· ria, que dependió de otras ~ausas, que tal vez llegará á. conocer el artic_ulista, .si alguna vez se dedica á la lectu_ra de la historia literaria. Pero todo eito es niñería ridícula en comparacion de lo que sigue. Nuestro escritor clama coa emt>eño a que nos ilustremos y estu– diemos fundameliltalmcnte nuestra reli– gion, y dcxense andar despacio, o cor· rcr á toda prisa los libros que atacan I~ dogmas y la moral del evangelio. llustracion, ilustracion, esta es la me– jor ptohibicion. Por cierto nada prueba 84

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