Periódicos: El Pacificador, El Triunfo de la Nación, El Americano, Los Andes Libres, El Sol del Perú

r StJS temores no .s~n ua11os. = Li ~angrt! de los déspotas tiñe continua– men.te sus sólios en todas Ja monar-' qubs ab5olmas del universo. Así, des– pues de un;.\ vida manchada con todo género de crimenes , acompañada .con Ja maldicion universal, y la execrac1on de los pueblos , la venganza de la hu':' mani.dad oprimida se·confiará al dogaf ó al cuchillo, ó á la ira irresistible de un puL·blo amotinado. ¿Y éste es ef hombr~ que se atreverá a llamarse fe· liz? z Y este, cuyo destino era envi– aiado? ¡Oh condicion infelil de los mor– tales ! ¡Oh ddirios de la ambicion ! ¡ Quán difenmte es la suerte de un monarca constitucional ! No tiene que temer por su vida, porque la Coasti– tucion misma, que limita su poder, ha– ce sagrada su persona, é intuesa á to· dos los ciudadanos en su conservacion. No teme oi conspiraciones ni ambi– ciosos, porque no la fuerza sola del monarca, sino la de toda la nacion se opone á las mutaciones en el gobierno. No teme ~l odio de los pueblos, por– que estos a.tribuyen al mo~arca que conserva el órdcn social , todo el bien que les causan leyes justas y bien ob· servadas. Esento de remordimientos, esento de temores, l'ibre de la horrible sed de sangre que devora a los tira– nos , vive enmedio de sus súbditos co– mo entre sus hijos. Estos si sufren rna· les , los atribuyen á la providencia ó a causas accidentales' quando n~as' á algun vicio de la Constitucion del es– tado: jamas al rey. Un solo peligro pue· de temer, y ei el de aspirar á la ti– rania : y aun este no es peligro para él sino para el ministro ambicioso que intente seducirlo por reynar baxo su nombre. La justa venganza de la ley castigando un ministro prevaricador, libertará un monarca adorado de los ries~os del poder arbitrario. Un t1J()narca co1tstitucional es mas poder1s1 que un ti.éspota. = Esto pare– cará una paradoxa á los cortesanos, cuyas insinuaciones pérfidas excitan --eo los reyes el amor al poder absóltno: pero la hist0ria y la razon no han ce– sado de confirmarlo en todos los si· glos. El poder del hombre es siempre 3 relativo á sus fuerzas flsicns ó 'morales; y nunca podrá un rey tener n :as au– toridad por su pasona, que la que la opinion pública le adquiera : la fuerza de SLt oficio, la fuerza monárquica pasa toda entera á los agentes subalternos de la soberanía. Donde el pueblo es algo, donde Ja opinion pública es el ór– gano de las leyes, y el freno de las ~ut'oddades, alh él rey goza en los co• razones de los stíbditos toda la infiuen• cia _que su oHcio le ffii.!rece, y que sea debida á sus qualidades personalcts. Pero donde el pueblo es nulo, y la voz pú· blic~ está oprimida baxo los mil serro– jos del despotismo, allí el monarca tam• bien es nulo, y solo tienen el poder verdadero y real , aquellos a cuy~ rna~os lo ha confiado para entregarse en ,el vergonzo~o retiro de su Harem á los indignos placer.es que le degradan al hombre. Es cst!ncial á una fuerza siQ límites el que pas~ á otras manos. Los. sultanes quieren gozar y no reynar: e,s necesario que los visires reynén en su nombre. La historia de los califas abasidas ofrece un exemplo notable de esta ver.; dad. Lle~ó á tanto grado la estupide~ de estos supremos y absolutos señores de Jos mqsulmanes, que sus visires, baxo el nombre de Emir-al-mµmenion, llega– ron a hacer hereditario este empleo en su familia , y se cuentan hasta dos di– nasti~s de estos miniftros-re~es que te– nían el ext;rcicio de la autoridad so– berana, y que no dexaban al verdadero déspota otra funcion que la de dirigir la oracion en .la mezqu.ita principal de Bagdad. El Japon baxo los dos etn· peradores , _uno espir.itual y otro tem– poral: Ja Francia baxo Jos últimos t;e– yes de la primer din~stia, ofrecen igual espectáculo á Jos ojos del observador filósofo, que se admira de encontrar iguales _los efectos del de~potismo .á pe– sar de la diferencia qe clim¡ls ' relig~o­ nes y costumbres. ·Las monarquias musµlmanas, de~péticas por princlpios religiosos y po– líticos , han experimen.tado casi todas la subyugac.ion de los déspotas baxo los visires. La casa Otomana > para librar· se de la opresioo de sus mil1istroo, ha 103

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