Periódicos: El Pacificador, El Triunfo de la Nación, El Americano, Los Andes Libres, El Sol del Perú
ésta dirigió hacia las comunicaciones marítimas del Nuevo Mundo; y du– rante los tensos años de la lucha emancipadora fueron persistentes y ~ene ralizados los reclamos en favor del comercio libre, porque las naves espo ñolas estaban obligadas a permanecer en los puertos, debido al bloqueo mantenido por los patriotas a lo largo del litoral, y sólo era tolerado el trá– fico de las embarcaciones neutrales. El tiempo y las circunstancias habían alterado también la actitud frente a los ingleses: pues, en su condición de protestantes fueron tenidos, desde el siglo XVI, como viva encarnación del mal y pertinaces enemigos de la autoridad y los intereses del católico rey de España y las Indias; pero su imagen cambió sustantivamente, cuando representaron la majestad de la monarquía frente a los desbordes de la re– volución francesa, cuando respaldaron la lucha del pueblo español contra la usurpación napoleónica, e inclusive cuando sus alegaciones doctrinarias en favor del librecambio fueron justificadas por su aparente desafío al blo– queo establecido por los patriotas en el litoral sudamericano del Pacífico. A despecho de los dictados oficiales y la voluntad de los autócratas penin– sulares, la presencia de la Expedición Libertadora debía originar igual ade– cuación del pensamiento a la realidad; debía desautorizar los juicios uni– laterales, dar margen a la confrontación y el dwlogo, e iluminar los caminos de la verdad y la justicia. La igualdad y la fraternidad entre los ciudada– nos libres, debían suceder a los privilegios de casta y al abuso amparado en el poder. De modo más concreto y coherente que en las religiones, definíase la exactitud de una fe, racionalmente cifrada en las excelencias y las pro– yecciones de la libertad, y de una esperanza, enderezada. hacia su previsto advenimiento. Desde aquellas formulaciones universales que los filósofos expusieron para destacar las aspiraciones y los derechos del hombre, como panacea opuesta a la crisis que en forma irremisible profundizaba los de/ectos del régimen colonial; y a la postre como orientaciones para la acción, los principios liberales inspiraron la ideología y la conducta de va– rias generaciones. Alentaron proyectos de reforma política y social, según los cauces del derecho natural; movilizaron conciliábulos, publicación de panfletos, conspiraciones y rebeliones; e Üuminaron la confianza en el por– venir. Cuando el absolutismo puso término a la primavera liberal promo– vida por las Cortes de Cádiz, y convirtió al Perú en foco de la reacción colonialista, fueron exterminados millares de indígenas que habían paseado su altivez por los pueblos de los Andes meridionales, y los patriotas criollos languidecieron en las prisiones o el destierro. Pero nada opacó el culto por la libertad. Subrepticiamente circularon gacetas platenses o chilenas; de mano en mano pasaban las proclamas y los partes de guerra que jalonaban las campañas bolivarianas contra el dominio hispánico; y las noticias más importantes, o los documentos más reveladores fueron difundidos en copias manuscritas, que abnegadamente hacían hombres y mujeres de diversas con– diciones y edades, a la luz de vacilantes candiles. Inclusive ocurrió que algunos patriotas redactaron crónicas con imaginadas noticias sobre los pro– gresos de los movimientos emancipadores; pues hubo temporadas durante las cuales fue más eficaz la censura, y aquellos quisieron evitar el desaliento o excitar el entusiasmo de cuantos anhelaban abatir la opresión colonial. Y ese cuadro ignorado, que durante varios años impuso trasfondo y pers- XIV
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