Periódicos: El Pacificador, El Triunfo de la Nación, El Americano, Los Andes Libres, El Sol del Perú
sus d?bilidades y preocupaciones, Melpomene con la grave autoridad de la historia , hace patentes los ex– cesos y extravíos de las pasiones or– gullosas, y las catástrofes que en– sangrentáron la tierra. Estos senti– mientos) que la tragedia desenvuel– ve, abren el corazon de los hombres á todas las impresiones qne pueden conducirl~s á amar, á compadecer, á socorrer á sus semejantes. La tra– ·gedia, lejos de endurecernos contra los infortunios agenos, derrama en nuestras almas todas las emociones que aumentan la sensibilidad, exci– tando compasion a la desgracia, in– dignacion contra el crímen, admira– cion hacia la virtud, y gravando gran– des y útiles verdades con el buril de 'la poesía. Este es el principal objeto de los buenos trágicos : objeto ya es– tablecido , y mas estenso sin duda que el que anunciároh los precep– tores de la antigüedad; porque ni ·a ellos, ni á los mas sublimes talentos les es siempre facil adivinar y fixar todo lo que despues se acredita por la experiencia de los siglos, y por los grandes adelantamientos del in– gemo humano. La buena comedia por su parte fué siempre en todos tiempos y pai– ses la pintura de los vicios y de las ridiculeces sociales. Los retratos que nos presenta son tan exactos' por la verdad del lenguage, de las costum– bres y de los-puntos locales, que es incalculable el partido que de ella puede sacarse para las investigacio– nes históricas. ¿Quién, por exemplo, no puede formarse una idea bastan– te exacta de las costumbres atenien-· ses, leyendo los fragmentos de Me– nandro , y lo que ha podido conser– varse de Aristofanes? Fácil sera, es– tLJ.diando aquellos célebres autores, ~onocer que escribiéron para pue– blos libres. Las · mas elevadas cues– tiones de política y de religion se ~ontrovertian en el teatro. En aque– llos siglos un poeta cómico, era ó podía ser un enemigo formidable. i Qué babia de suceder cuando en la escena se consentía abiertamente la sátira, y nada se veía libre de sus venenosas saetas? Abuso era este muy reprensible sin duda : pero en fin , tales eran los usos ; y sus auto– res con su desenfreno nos dan tes· timonio~ palpables de lo muy liceu.. ciosas que eran las costumbres de sus tiempos.. Iguales son las lecciones que nos dan <le Roma Plauto y Teren– cio, imitadores de los gTiegos, si bien ménos profundos que ellos en la ciencia política. Apropiaronie la escena y los personages de las co– medias gdegas , mas no por eso de· xáron de bosquejarnos con primo• rosa verdad las costumbres de los romanos. Los esclavos bribones, los parasitos, los libertinos, las mance– bas protegidas, y los bastardos (siem· pre descubiertos a tiempo para sa– car á los autores del apuro <lel de– senlace) eran por lo regular los per• sonages de sus comedias. Y no les era facil escoger otros, porque el interior de las familias, entre los ciu– dadanos de Roma, era un santua... río impenetrable. Las mugeres casa– das , .sin caracter y sin fisonomía, vivían retiradas, mientras sus hijos y maridos se divertían con escanda– losa profusion , y prodigaban su sa– lud y su tiempo a las mas disipadas barraganas. Estas entémces eran de moda. De aqui nació que en lasco– medias de Terencio los papeles de damas enamoradas solían tomarse de las mugeres p{1blicas: y estas mismas comedias nos dan a conocer que es– ta clase de mugeres perdidas no era. inaccesible a los afectos delicados, y á los extremos del amor verdadero. ¡ Singularidad·notable si se compara con la practica de nuestros dias ! Ce-· sará sin embargo de parecer extra– ña, sabiendo que estas infoliccs no habian caido entónces en e) envileci– miento que ahora las persig't1c. Hu– bo entre ellas muchas que gozaron de celebridad, y que fuéron pública– mente consideradas. La prostitucion estaba, por decirlo así , ba.xo el sal– vo-conducto de la religion, y en el culto consagrado a Vér;ns no se exi– gian patentes de castidad y de mo– destia. Ten~ncio no hizo mas que usar de su derecho , introduciendo en su teatro la historia de semejan– tes costumbres. Siendo el abandono y el adulterio moneda corriente, na– tural era que circulase en mano de los poetas cómicos. No es, pues , su crítica la que menos ha contribuido á establecer la tradicion histórica de una época. tan licenciosa. y corrom• pida. 177
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