Periódicos: El Pacificador, El Triunfo de la Nación, El Americano, Los Andes Libres, El Sol del Perú
gaciones sobre las ventajas de una paz honrosa o las garantías que en el concierto universal ofrecía a los peruanos la "protección" española; todo ello se mezcló, progresivamente, con menudas incidencias locales, relaciones de ocurrencias registradas en la península, y con no pocas vaciedades, reve- 1 ando un desaliento tan notorio en las miras de los editores que sus últimos números están consagrados a una disertación sobre teatro, una poesía necro– lógica y un ensayo de Locke. Por su parte, los patriotas dieron a las prensas El Pacificador del Perú (prospecto y 13 números, desde el 10-IV en Huaura, hasta el l'!-IX- 1821 en Lima). Estuvo destinado a presentar la independencia como fun– damento de la verdadera paz y de la coexistencia entre españoles y ameri– canos, que a su sombra podrían vivir "sin aborrecerse, y ser felices los unos sin que los otros sean desgraciados" . Advierte que la constitución no ofre– cía una base aceptable para la dignidad y la seguridad del Nuevo Mundo, porque en su nombre España " sanciona para sí reformas prematuras, ina– daptables a un pueblo que ha amado la esclavitud con fanatismo, y dicta odiosas instrucciones para la América, que tiene en sus propias manos su destino" ; y porque los españoles del Perú se habían mostrado empecinados en la conservación de sus privilegios, al acoger las proposiciones de paz " con la fiereza de un amo, que ofrece perdonar a un vil esclavo los crí– menes en que ha incurrido, con tal que vuelva a inclinar el cuello a su antiguo yugo" . Inserta documentos interceptados a los realistas, para exhibir su desconcierto y la violencia de sus procedimientos; informa sobre los pro– gresos alcanzados por Bolívar en Colombia, y los avances civilizadores de la organización política adoptada por los gobiernos independientes; y en tono fian vibrante, como enérgico y elocuente, una y otra vez esgrime los argu– mentos inspirados por la doctrina liberal y por las experiencias debidas a diez años de guerra libertadora, para poner en evidencia la tambaleante si– tuación del régimen colonial. Denota la inspiración y la garra poléniica de Bernardo Monteagudo, secretario del general en jefe de la Expedición liber– tadora, autor de artículos suscritos con "la palabra más llena de sentido que hay en el diccionario de la lengua humana - Libertad" (o , simplemente, L). Los términos de aquel debate debieron ser replanteados, al efectuarse la entrada de los ejércitos libertadores en la ciudad de Lima (9-Vll) y la proclamación de la independencia (28-Vll-1821). Por una parte, se había revelado la inanidad de la artificiosa argumentación que los realistas des– plegaran en torno al concepto de nación; era irremisible el descrédito de la fórmula constitucional, violentamente exhumada en la península, porque sus concesiones parecían precarias, insuficientes y tardías; y en verdad que– daba al descubierto la pomposa armazón que hasta entonces había sustentado el dominio colonial, y cuyos fortuitos herederos sólo exhibían su soberbia y su fuerza. Y, por otra parte, la formal organización de un gobierno libre confería nuevo caracter a la guerra contra los sostened-Ores de la opresión hispánica; imponía la ardua tarea de proscribir viejos hábitos y modelar nuevas instituciones, en armonía con la filosofía política; y exigía el des– pliegue de una propaganda inspirada en T.a realidad y en la contradictoria movilidad de los acontecimientos, clara y veraz, oportuna y convincente. Una y otra posiciones animaron sns respectivas gacetas, para informar acerca de XXII
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