Periódicos: El Pacificador, El Triunfo de la Nación, El Americano, Los Andes Libres, El Sol del Perú

2 ''contra Napoleón Bonapart~, fueron infructuosos, como han .sido ''para todos sus compañeros de armas, amantes de la libertad de su ''patria. En consecuencia, el general San Mantín y todos los verdade– '' ros patriotas americanos españoles no podrán jamás ser insensibles '' á los internos clamores de su Patria, ni á los que dignamente se ''consagren por la justa causa de la libertad del género humano: "idénticas ~on sus miras, y conformes sus constantes tareas, hasta "realizar sus sagrados propósitos é inviolables juramentos". Así mismo hemos admirado ya, apenas en dos días con impon– derable satisfacción del público, rasgos generosos de este carácter en todo conformes con los sentimientos de ese corazón heróico que nunca fueron desmentidos por los hechos. Más entre todos, el que más ha in– teresado mi corazón es el que presencié la noche de su llegada, en la casa del señor gobernador en que se detuvo y á donde me llevó como á otros innumerables el ansia de contemplarle más de cerca. Por en– tre todos los ~oncurrentes rompe desalada, y se le presenta la esposa de uno de aquellos chorrillanos que La Serna dexó presos en la plaza del Callao, sólo por haber creído, lo mismo que t odos, que nuestro ge– neral concertadas ya las paces, iba á desembarcar en su pueblo, en cu– ya costa había fondeado. Al instante dexa este el asiento, y con ademán cariííoso estj.ende los brazos á esta muger que abrazada de sus rodillas y le\ antando hacia á él los ojos arrasados de lágrimas, con doloridos zóllosos le clama: Yaya, mi marido: mi marido, taita: mi marido. El general, en pie y en acción de levantarla del suelo con sus mismas ma– nos, muestra en el semblante consternado que su corazón padecía con– flicto, no pudiendo por una parte tolerar la humillante postura de aquella muger, y temiendo por otra que pareciese repulsa el despren– derla de sus pies. Levanta, hija: hija, levanta: mamita levántate, le repite enternecido y con dulce acento, mientras ella permanece inmó– vil estrechándole más afectuosamente. i Es este el vencedor de May– po y Chacabuco, el terror de nuestros enemigos, el héroe de Sud– América ~ N ó. Es un amigo, un compatriota que viene á libertarnos como se expresó S. E . allí mismo. :bJs un alma sensible á las agenas miserias que mira como interés propio el bienestar de sus semejantes. ¡ rriranos que os olvidáis de que sois hombres para subyugar los pue– blos 1 Venid á aprender e:q. esta escena patética entre las innumera– bles que inmortalizarán á nuestro Libertador aún más que sus victo– rias, exemplos de humanidad que os enseñen á haceros amables siendo benéficos, si queréis que os obedescan. . . . En ella se creería ver la ternura de una madre acariciando al hijito que se arroja á su seno, Y. quiere con cariños infantiles interesarla en su auxilio á vista de un ac– cidente pavoroso. Entre tanto la esposa afligida, en la misma postura y con el mismo llanto continúa siemp~e: Mi marido, mi marido, tait·a. ¡,Qué tie– ne tu marido? le pregunta al fin este P adre de los pueblos~ Mi mari– do, qite está preso: lo golpearon tanto: lo amarraron como á un muer– to: se lo llevaron arrastrando.-1iDónde está? vuelve á preguntarle con mayor interés.-En el Callao, dice ella.-¡¡¡ EN EL OALL·AO ! !! ex– clama con desmayada voz y queda en silencio y pensativo. Recuerde el actual estado de las cosas, quien quiera comprehen– der la energía de esta expresión. ¡ Qué su}?lime es ! La compasión ha– cia éste y otros inocentes sufriendo en las obscuras bóvedas de aque– lla fortaleza, y en poder de los tiranos que la defienden: el deseo de li– bertarlos: el dolor de no poderlo verificar en el mismo instante-todo esto y mucho más daba á entender esta sola palabra. En el Callao, acompañada del adelffián, del tono de voz, del gesto del semblante con que la pronunció. Y aún no sería much:o que el recuerdo de un des– gi:aciado le inflamase más en la resoluc1ón¡(}ue le traxo á Lima, de no 250

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