Primer Congreso Constituyente
306 PRIMER CONGRESO CONSTITUYENTE tas irregularidades en la forma debida, ni se fomentará el espíritu de tacha, ni quedará al arbitrio de cualquier agente la clasificación de los derechos políticos. Aquí concluye, Señor, la Comisión la primera parte de su trabajo, y contraída, sin pérdida de momentos, a las que restan, espera que el Soberano Congreso, penetrado de las espinosas dificultades, indicadas al principio, se digne enmendar los defectos que en ella advirtiere,--;– Sala de la Comisión, en Lima, Abril 14 de 1823. Toribio Rodríguez.- Hipólito Unanue.- Carlos Pedemon~e.- Manuel Pérez de Tudela.- Justo Figuerola.- José Pezet.- José Gregario Pare– des.- José Joaquín Olmedo.- José Sánchez Carri6n.- Francisco · Javier Mariátegui. De "Anales Parlamentarios del Perú", por Obín y Aranda. págs. 215-220. 280 SEGUNDA PARTE DEL "DISCURSO PRELIMINAR" PRESENTADO POR LA COMISION DE CONSTITUCION, FUNDAMENTANDO LA SEGUNDA SECCtON DEL PROYECTO, EN LA SESION DEL 17 DE MAYO DE 1823 Toca ya la Comisión el punto más difícil, delicado e importante de su trabajo. En efecto, sin Gobierno, no es posible que subsista la organización social, ni que se mantengan ilesos por un momento los derechos individuales. Mas, esta institución tan necesaria, cuanto es indudable que los hombres, aun para asegurar sus propios intereses, tienen de ponerse bajo el influjo de una fuerza pública, no debe exce– der una línea de su latitud natural, que, desde luego, se mide por la exigencia misma del régimen y por la verdadera utilidad de la asocia– ción. Así que, comprendiendo el Gobierno popular representativo estas circunstancias respecto del Perú, y reconocido ya y jurado por él, co– mo el único capaz de sostener las libertades patrias, y de coadyuvar con el resto del continente a los progresos del espíritu humano en la restitución de su dignidad primitiva, aun en medio de los estableci– mientos políticos, debe preferirse a toda otra forma que del todo ex– cluya derechos sucesorios o pactos de familia. Jamás los hombres, bien meditado el origen de la felicidad nacional, pudieron convenirse de grado en que una raza de ellos mismos los dominara exclusivamente, estableciendo sobre todas sus relaciones una autoridad sin límites
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