Primer Congreso Constituyente

DECRETOS Y COMUNICACIONES 3 ')7 -· auxilio bastante poderoso al mismo tiempo que pacífico. ¡Ojalá que el Perú llegara a ver en este respecto una milicia cual la tuvieron en sus primitivos tiempos de sobriedad republicana Roma y Espartal To– do es fácil conseguirse, si al organizar estos cuerpos se pone un espe– cial cuidado en no hacer odioso el enrolamiento militar con ocupacio– nes incompatibles con los ejercicios domésticos; si cesan las violencias y arbitrariedades de los jefes a quienes suele confiarse estas comisio– nes; y si llega a persuadirse el pueblo, que jamás están más asegura– das sus garantías que cuando los mismos ciudadanos las sostienen, sal– tando del taller a las armas tan luego como se advierte algún peligro. La tercera clase de milicia importa nada menos que la preserva– ción de la seguridad privada, en que también se comprenden la propie– dad y los demás derechos individuales. Las pocas poblaciones del Pe– rú y la inmensa distancia que ordinariamente las divide, demandan el establecimiento de una guardia de policía en todos los Departamentos que puedan soportarla; pero ha de ser con tales precauciones que nun– ca se convierta en partidas de vagos, lo que sucede de ordinario, cuan– do esta guardia no está sujeta a una severa disciplina, y cuando las ciudades sirven de continuo entretenimiento a sus vicios: con que rara vez salen al campo a perseguir los malhechores y no pocos se ocupan ellos mismos, como la experiencia lo ha enseñado, en extorsionar a los caminantes. Por fin, el principal objeto de la fuerza armada con respecto a la libertad, será no ocupar indfatintamente las tres clases en que se ha dividido, fijándose por regla general que, cuando llegare el caso de al– guna revoluci6n o invasi6n, habrá de recurrirse al Congreso o al Sena– do, a quienes toca a su vez, según las circunstancias, deliberar lo con– veniente. Al Congreso corresponde prescribir la buena disciplina, - la economía y el arreglo del ejército, por medio de ordenanzas particula– res, y, sobre todo, la esmerada educaci6n que debe darse en los colegios y escuelas militares como que ésta es una profesi6n que no puede po– seerse en un grado eminente, si al pa·so de formarse el espíritu en las ciencias análogas a su instituto, no se procura también radicar oportu– namente en el corazón las virtudes que aun en los tiempos más bárba– ros han caracterizado a los· hombres de armas tomar. Un militar es sólo un ciudadano armado en · defensa de su Patria, la que deberá aten– derle con las primeras distinciones y recompensas, si, fiel a las leyes, conserva sin mancilla el honor nacional; debiéndose mirar por la mis– ma Patria y por cada ciudadano como un instrumento de la tiranía, si, prostituido su valor y abusando de las circunstancias que le han in– vestido de la fuerza, hace alarde de hollar la Constituci6n, levantando sobre ella el poder de un hombre afortunado que supo ganarle a su

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