Primer Congreso Constituyente
360 PRIMER CONGRESO CONSTITUYENTE provincias interiores y cómo pueda mantenerse hoy un ejército cual nun– ca lo ha habido en el Perú: si, para consolaros de tan aciagos males buscáis la paz dentro de casa y pretendéis regocijaros en la virtud, unión y sufrimientos de varios ciudadanos, de quienes debieran de reportar mu– cho vuestros verdaderos intereses, os horrorizaréis al ver encendida la tea de la discordia, y tendido el lazo de la seducción sobre el cuello de éstos, y armado su brazo con el sangriento puñal de la anarquía; si, en fin, creyendo encontrar inmaculado el santuario de las leyes, queréis li– sonjearos de la tranquilidad de su pronunciamiento, os sorprenderéis mi– rando insultada nuestra majestad en la disolución del Congreso, cerrados por la fuerza los labios de sus diputados y profanada su inmunidad ale– vemente, sólo porque tuvieron fortaleza en defenderos. Pues, en medio de contrastes tan terribles, la Representación Nacional, semejante a una robusta encina que no pueden desarraigar los huracanes más furiosos, se ha mantenido hasta llevar a cabo sus tareas, cumpliéndole hoy la in– dispensable gloria de daros Constitución; lo es sin duda, del amor más encendido por la custodia de vuestros derechos sacrosantos. Ella declara terminantemente el gran pacto de vuestra asociación y fijando la reciprocidad del vínculo civil reclama el ejercicio de vuestras prerrogativas naturales, negando el carácter imperativo de la ley a to– das las resoluciones que pudieran oponérselas. La facultad de elegir al Supremo Magistrado de la República, la de influir casi inmediatamente en el nombramiento de todos los agentes de la administración, y el con– suelo de ver turnar estas investiduras, aun entre los ciudadanos del pue– blo más pequeño, con tal alejamiento de pretensiones sucesorias y de cla– ses privilegiadas para el mando están detalladas en la Carta que nadie, nadie podrá confundirlas sin pagar bien caro a vuestra justa indignación. Ultimamente, los manantiales de la ilustración y de la prosperidad es– tán abiertos; todos deben participar de los rayos de luz que difundan los establecimientos científicos; a nadie es negada la comunicabilidad del comercio, de la agricultura y de la industria; y el ingénito poder de re– velar sus pensamientos, de trasmitirlos a la posteridad, de robustecer por medio de ellos el espíritu público y de congratularse con la alabanza que merezcan, está asegurado sobre bases tan sólidas, cuanto pura es la sustancia de donde dimanan. De vosotros depende, pues, el que sean fructuosas estas fuentes de felicidad; que desde luego conseguiréis si repasáis asiduamente la tabla fundamental que las consagra; si pesáis vuestros derechos al fiel exacto de las leyes; y si los sostenéis con toda la dignidad de hombres libres, uniéndoos contra el sacrílego que osare subvertirlos. Porque, ¿cómo es posible, si vosotros no queréis, que un miserable tirano, apoyado en unas cuantas bayonetas, os oprima? Importaría lo mismo que · la parte fuese
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