Primer Congreso Constituyente
476 PRIMER CONGRESO CONSTITUYENTE dencia abusiva del gobierno; ocultando éste, en tanto, sus aspiraciones arbitrarias, en cuanto la comunidad se demora en observar, que uno mismo dicta la ley y la ejecuta: de que resulta la necesidad de esa trinidad política, que conocen todos, y que, por lo tanto, considero excusado analizar. Recordaré únicamente que los trágicos sucesos de la Francia debie– ron su origen a las ambiciosas ·miras de la Convención. Marañones de sangre corrieron en la capital y en las provincias, sólo por haber rete– nido esta Asamblea la facultad de hacer y ejecutar las leyes; y por cierto que sin esta ominosa y reprobable confusión, Marat 'y Robes– pierre no habrían proyectado reducir a menos de un tercio la pobla– ción de aquel famoso reino. Efectivamente, la comisión de salud pública tenía en continu~ movimiento el eje de la guillotina, haciéndola vagar por todas partes en presa de la sabiduría, del patriotismo y de las de– más virtudes. Señor: ya veo gravar sobre el pueblo y sobre el Congreso mismo la férrea vara del despotismo, contemplo trastornados los derechos que debemos sostener a todo trance: advierto que divididos en facciones, nos devoramos unos a otros; que hoy manda una corms10n, y que depuesta mañana por otra, aparece una tercera. Yo mismo, señor, yo mismo que estoy hablando, y que tan ardientemente deseo la custodia de la libertad, ya aspiro a ser individuo de la comisión, ya el amor propio me compromete a formarme también un partido. La historia es la maestra de los hombres: a su testimonio apelo sobre los hechos que aduzco. Evitemos, pues, en tiempo los males, es– carmiéntennos ajenas desgracias, dirijamos nuestros primeros pasos con imparcialidad, justicia y desprendimiento;· y el mundo entero vea que la salvaguardia de las libertades del pueblo es nuestro estudio, así como la sabiduría de los sublimes genios que han descollado en la po– lítica, nuestro guía. Señor: división de poderes; rigurosa demarcación de sus límites; hoy mismo, si es posible: ésta es mi opinión. El Señor Mariátegui -Después de los argumentos aducidos por los señores Méndez y Carrión, casi nada hay que decir para esclarecer la proposición que se discute. Sólo añadiré una corta reflexión. Se ha declarado justísimamente la inviolabilidad de los diputados: la co– misión nombrada para la administración del poder ejecutivo se creerá tal, y lisonjeada con la impunidad, se guiará no por la ley, si por sus pasiones, o por lo que le sugieran sus favoritos, corrompidos o igno– rantes, que a nadie faltan. En tal caso es fácil prever la suerte que es– pera a los pueblos del Perú. Su patrimonio será la esclavitud; escla– vitud mil veces más animosa que la que han experimentado. Lo~ infe-
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