Primer Congreso Constituyente
DIARIO DE DISCUSIONES Y ACTAS 477 lices oprimidos, ni aún tendrán el alivio de ocurrir para que se reme– dien sus males. Todos saben la unión que aguardan entre sí los indi– viduos de corporaciones. Si ocurren al Congreso, se puede asegurar sin temor, que nada lograrían; porque el espíritu de partido sosten– dría a los opresores. La división de poderes es, pues, el único medio de conseguir la libertad. Los males que acabamos de experimentar son, en parte, efecto de la confusión de poderes. Queremos ser libres: la libertad es el ídolo de los peruanos; deséchese, pues, la proposición que se discute. He oído con extrañeza sostener al Señor Otero, que el Congreso de. be retener el poder ejecutivo porque no hay una ley que pueda arre– glar el gobierno que se nombre. Pregunto ¿la tiene la comisión? Si debe el Congreso trabajar una ley supletoria para la comisión ¿por qué no podrá hacerlo para el gobierno que se nombre de fuera de su seno? Este argumento nada prueba, probando mucho. Así, pues, con– cluyo desechando la proposición, y pidiendo que la des.eche el Congreso. El señor Presidente ( Luna Pizarro) -pronunció un discurso muy di– latado y del que apenas podrá hacerse algunos. pequeños extractos. Empezó haciendo ver la gravedad del asunto. El nombramiento del poder ejecutivo provisional, dijo, es punto de grande importancia. Pide una discusión detenida e ingenua para que, pesadas las razones, se adquieran las luces necesarias para el acierto. Dos grandes objetos, prosiguió, deben ocupar con preferencia la atención del Soberano Congreso: la redención y la constitución de la patria, o lo que es lo mismo, su independencia y s.u libertad. El primer anillo de la cadena, el principio de la grande obra es el ejercicio de la autoridad por unas manos, que, a la par con el Congre– so, trabajen en levantar el edificio, limpiando antes su área de los in– mensos escombros que la obstruyen. Si mientras el Congreso busca y dicta los medios eficaces de llevar a cabo la salvación de la patria, y sienta las bases del sistema liberal, que ha de dar la felicidad al cuerpo social, el poder se ejerce por unas manos, que acaso no vayan de acuerdo con todas las providencias que se dicten, o que no las ejecuten con actividad, por unas manos entor– pecidas de la apatía, o agitadas del deseo de extenderse más allá de sus límites _;¿cuál no será la fatal situación del Congreso? ¿Cuál la suerte del Estado, que esperando de la reunión de sus representantes el remedio a sus males y el principio de su salud fuese conducido a ori– llas del sepulcro?
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