Primer Congreso Constituyente

478 PRIMER CONGRESO CONSTITUYENTE Después de haber analizado las razones de los señores que opina– ron por la separación inmediata de los poderes, y hecho un cuadro de , los males que le eran consiguientes, continuó: La Nación, confiando a sus representantes el poder de constituirla, delega en ellos la soberanía, para que ellos y no otros la ejerzan: les da facultad de nombrar poder ejecutivo, bajo la condición de que se ha– ya formado la constitución, y no antes, pues que no puede querer el ejercicio de las funciones del poder sujeto a arbitrariedades, sino limi– tado a cláusulas y leyes que eviten los males, que ocasionaría su mal– versación. ¿Cómo, pues, conciliar la reforma con los abusos? -¿la es– tructura del edificio de la libertad con los materiales del despotismo? Y, aún suponiendo que el poder ejecutivo, que se nombrare fuese de uno o más ciudadanos activos y celosos- ¿cómo, antes de fijar sus atri– buciones, podrán desempeñar su ministerio? Fluctuando entre el temor de excederse y la facultad de propasarse, arrastrado por la fórmula, la rutina; no viendo más que facultades indefinidas, es preciso que ori– gine atrasos y perjuicios a la causa pública. No es esto todo. El poder ejecutivo provisorio debe quedar respon– sable a la Nación por el tiempo que la dirija. Mas él no podrá dar un solo paso en la difícil carrera que se le encarga, si no conoce de ante– mano sus derechos y sus deberes. Sin esta clara y precisa distinción, sin que esté trazada la línea divisoria que separe ambos poderes, se– rá nula la responsabilidad; y si no es efectiva, yo no veo cómo nuestros conatos puedan tener buen efecto. Trabajando en constituirnos sobre la confianza de un poder que juz– gamos nuestro, cuando hayamos concluido el edificio, lo hallaremos. mi– nado por sus cimientos. Esperar libertad mientras el Gobierno pue– da hacer esfuerzos para alejarla, es una quimera. Invocaremos la li– bertad, la juraremos, la traeremos a los labios a toda hora, pero ello será una palabra, una .sombra vana, porque al querer implantarla en nuestro suelo, los que estudiaban las reglas de su cultivo no eran los que debían ejecutarlas. Es una verdad eterna que los que mandan son hambrientos de una autoridad sin límites en todos los países y en todas las épocas. ¿Existe un Congreso que vela sobre sus pasos?... no le atacan abiertamente, sino por su flanco; ganan a unos diputados, desacreditan a otros, se ligan con el fanatismo y la traición, y acaban por derramar la esteri– lidad en los campos que debieran resultar cargados de frutos. Recorrió la historia de todas las asambleas constituyentes, e hizo notar que ellas y la libertad de los pueblos han vacilado luego que el poder ejecutivo era puesto en mano~ extraña~. M~e~tó el impulso

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx