Quinto Congreso Internacional de Historia de América
AREQUIPA Y LA REBELIÓN DE 1780 '139 oprimida se irguió en distinto~ sectores del que fue Imperio de los Incas; se irguió la raza, insolente y agresiva, al grito solapado, convencional de "Viva el Rey, y mueran sus malos gobernantes", bajo la sugestión del dirigente o dirigentes invisibles ( 14). "Fue el año de las rebeldías pro-– pias. muy nuestras, autóctonas, rebeldías que surgieron en todos los pueblos suramericanos" ( 15). En 1780, se encendió el primer chispazo de rebeldía en Arequipa, aunque no faltan historiadores que restan importancia a este levanta-– miento; sin embargo, fue de tal magnitud que puso en apuros al Virrey, al Corregidor, al Ayuntamiento, a las Cajas Reales, etc. Fue uno de los movimientos más justos de América; la primera protesta contra los nue-– vos impuestos que Areche trataba de implantar aunque fuera con derra-– mamiento de sangre. Fue un levantamiento anterior al de Túpac Amaru II. De esta suerte, Arequipa se convirtió en el centro subversivo del Virrei-– nato Peruano que influiría en los levantamientos posteriores surgidos en Cuzco, Alto Perú, Tarma, Huaylas y otros lugares del Perú y América. La protesta del pueblo arequipeño no sólo se limitó a la fijación de pasquines. De esta labor de agitación se pasó a los hechos. Lo practicado por Sematnat antes del 1 9 de enero de 1780 por orden de Areche y la conducta de Pando, dieron mérito para que se fija-– ra un pasquín en la puerta de la catedral amenazando al Corregidor, al Administrador y Oficiales Reales de la Aduana; al mismo tiempo insi-– nuaba a la ciudad a un levantamiento para impedir el establecimiento de la Aduana. Sematnat ofició a las autoridades, al Cabildo Eclesiástico para que predicaran en público y en secreto el respeto a la autoridad real; al Cabildo Secular, etc.; de su peculio ofrecía 500 pesos a quien diera con el autor de los pasquines ( 16). Los pasquines continuaron apareciendo amenazantes a las autori-– dades si no se suprimía la aduana en el término de tres días y, en caso contrario. ofrecían coronar al Inca Casimiro III el 20 de enero. La presencia de estos pasquines puso a los nobles en la mayor consternación, mientras que los pobres y la gente del campo manifesta-– ban su complacencia. Como las amenazas del pueblo continuaban, el Corregidor reiteró sus oficios a las autoridades y Cabildo Eclesiástico. También cursó una carta al Administrador de la Aduana, Pando, llena de atención. En ella le manifestaba las quejas del pueblo por el cobro de derechos a los comesti-– bles y otras cosas que traían los indios; al mismo tiempo lo persuadía para que se comportara con juicio y prudencia; se le manifestaba que la gente pobre de la ciudad y los campesinos estaban conmovidos; que por las noches se veían patrullas de gentes enmascaradas; la amenaza
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