Quinto Congreso Internacional de Historia de América

42 VÍCTOR ANGLES Y ARMANDO SOTOMAYOR Sólo en vía de mención, recordamos al legendario José Santos Atahuallpa, cuzqueño también como Tambohuacso, Túpac Amaru, Pu~ macahua y otros, quien conmocionó al virreinato con su larga guerra no declarada, que tuvo efectos positivos en favor de la causa indepen~ dentista. José Santos, de: joven, fue servidor de los jesuitas, que lo llevaron por el viejo mundo; espíritu inquieto, visitó Europa y Africa; debió haber visitado tal vez Inglaterra, luego regresa al Perú. Es versado en latín, castellana y muchas lenguas nativas. Inicia su campaña de hostigamien~ to a los españoles, en Chachapoyas; encamina su campaña contra la au~ toridad virreinal, contra los abusos de los españoles, contra la explota~ ción del indio. Se convierte en el gran Apu de la Selva Peruana, en el semidiós de los selvícolas, que lo siguen con especial admiración. José Santos, con ayuda de Ios indios campas, invade y destruye el Convento Franciscano de las misiones, en las pampas del Sacramento; pone en aprietos a españoles y soldados. La autoridad virreinal se: con.. mueve. Su lucha la inició en 1742, y sólo ceja en ella cuando la muerte lo vence, allá por 1755. El movimiento subversivo que encabezó Atahuallpa, movilizó a buena parte de los pobladores de la selva peruana aledaña a los centros poblados; irrogó numerosas bajas en el ejército enviado a aprehenderlo; fue el guerrillero que atacaba y desaparecía; en los inicios de su movi~ miento atacaba con flechas, para luego utilizar las mismas armas de fuego que conseguía del enemigo. Comprendió que no convenía una lucha frontal y abierta, optó por el sistema ventajoso del aniquilamiento paula~ tino del enemigo. Su fama se agrandaba después de cada contienda, para convertirlo en figura de leyenda. Mucho tiempo después de la muerte de Atahuallpa, su recuerdo estaba incólume en la mente de las gentes de la selva. Los campesinos que lo habían conocido y comprendieron su protesta, no creían que él pudiera morir, y lo seguían esperando como al gran libertador de la raza. En enero de 1780 se subleva el pueblo arequipeño, protestando por el régimen de los impuestos y las contribuciones. La inau~uración de la Aduana enervó los ánimos. El sistema fiscal creó un ambiente in~ soportable; estaban gravadas hasta las frutas de la campiña, así como las bayetas y jergas que tejían modestas familias. El Visitador Areche había ordenado el empadronamiento de todo tipo de indios, en Arequipa, tanto residentes como forasteros; también se empadronaban zambos y cholos, para hacer más productiva y se:gu.. ra la recaudación. La economía popular sufría rudo golpe.

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