Quinto Congreso Internacional de Historia de América

552 CáSAR PACHECO V~LEZ poco de llegar al Puerto "me sentí indispuesto y me he mantenido en cama hasta ayer sin poder limpiarme de la calentura que me acometió con violencia los días primeros, más ya, aunque muy débil, me hallo bueno, y ocho de mi familia que aun mismo tiempo cayeron, siendo primero Calero en enfermar y sanar". Y añade: "la epidemia sigue ha– ciendo cada día más estragos" ( 72) . Los días siguientes el mal acrece: ''no cesa la fatal plaga que nos tiene tan consternados. El número de muertos en Cádiz aumenta dia..– riamente llegando a 181 . Dios quiera minorar tanta angustia" ( 73) . A mediados de setiembre "la epidemia no cesa. Antes de ayer fue el número menor [de muertos] pero el aviso de hoy llega a 270 en Cádiz" (74). LA MUERTE DE LECUANDA, UNA INESPERADA HERENCIA Y UN POSIBLE ATAQUE INGLES Esa carta lleva a Nájera una triste nueva. La peste se ha cobra-– do una valiosa presa: ha fallecido el amigo Lecuanda; "Dios nos con-– suele", dice Baquíjano ( 75) . José Ignacio de Lecuanda había viajado a la Península un poco después que don José. Eran viejos amigos en Lima. Además de la So-– ciedad de Amantes del País y del Mercurio Peruano, los unía la estirpe vasca, el interés por los asuntos económicos y el vínculo de comunes amigos e inquietudes, a tal punto que Guillermo Lohmann dice de Le– cuanda que era figura par a la de nuestro compatriota ( 76), aunque luego califica al contador vasco de "gris covachuelista", "oscuro oficial de la Hacienda pública virreinal", en juicio acaso demasiado severo (77). En el Mercurio Peruano Lecuanda había publicado una intere,.. sante relación sobre la Intendencia de Trujillo y otra no menos útil sobre el Partido de Piura, así como unas originales reflexiones sobre el ocio y la vagancia que podrían recogerse en una antología de los en,. sayos sociológicos peruanos en la época virreinal. Lecuanda, a quien Mendiburu califica, en cambio. como "uno de los más acreditados fun– cionarios de la Hacienda del Perú", aunque lo supone todavía vivo en 1801 (78), era sobrino del célebre Obispo de Trujillo don Baltazar Jaime Martínez de Compañón y bajo su protección y la de don Miguel Feijóo de Sosa prosperó en su carrera hacendaría. Era un contador animoso e inquieto, acaso algo díscolo y por tanto tenía desafectos que lo acusaban de plagiario del prelado humanista y hacían circular anó– nimos contra él. Fue en verdad, junto con Unanue, redactor de buena parte de la Memoria de Gobierno del ilustrado Virrey Gil de Taboada y Lemos, en proporción y partes que ha precisado Lohmann con su

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