Quinto Congreso Internacional de Historia de América
JOSÉ BAQUÍJANO Y CARRILLO EN CÁDIZ 559 grama político. Tal actitud ante lo indígena y lo incaico es en Baquí– jano constante. Bastaría para probarlo su dictamen de 1811 sobre los tributos indígenas y la presencia de este sector fundamental del país Y la defensa de sus fueros en el documento considerado como su testa– mento político: el Dictamen sobre la Pacificación de América, de 1814 ( 107) . La imagen, pues, de un Baquíjano desdeñoso de lo indígena, criollo, costeño, burgués y segregacionista, comporta una evidente in– justicia y un desconocimiento de los hechos históricos. Pero fracasado el intento indígena y mestizo de una indepen– dencia o autonomía política a partir de 1780, por la sangrienta re– presión del movimiento de Túpac Amaru, se produce una demora Y un viraje en este proceso, sobre todo por el conjunto de reformas ad– ministrativas y económicas que llegan a América en los últimos años del reinado de Carlos III y en los comienzos del de Carlos IV y que alientan el fidelismo y el autonomismo de los sectores hispanoamerica– nos más ilustrados. Los acontecimientos de 1808 -en su doble vertiente de crisis política y moral del gobierno español durante la privanza de Godoy y de favorable coyuntura internacional- hacen nuevamente viable la emancipación, pero esta vez en el Perú ya no por dirigentes y pro-~ gramas indígenas y mestizos -(Pumacahua simplemente secunda a los hermanos Angulo)-, sino, como en toda Hispanoamérica, por voces, mentalidades y programas predominantemente criollos. Es el momento criollo, burgués, urbano y político de la revolución, que enlaza ideal– mente con el primero. Bien sabemos que en esta segunda estación del proceso revolucionario Baquíjano se detiene, no sin vacilaciones y con– tradicciones, en una clara posición autonomista. Su actitud ante los primeros brotes de los patriotas separatistas ( 108); ante el debate ideo– lógico suscitado en Lima en los breves años de la prensa libre; ante su nombramiento como Consejero de Estado y los rumores de una conspiración en 1812; su actitud ante la beligerancia criolla en las elec– ciones populares de 1813; su viaje y actitud en la Península hasta el retorno de Fernando Vll; el contenido de su Dictamen de 1814; sus intervenciones en los primeros meses de prensa libre en Madrid, luego de la restauración fernandina ( 109); la correspondencia con su agente Nájera, en el largo año del destierro en Sevilla, hasta su muerte: todo prueba que sus esfuerzos intelectuales y políticos -sobre todo su lucha por el puesto de oidor en la Audiencia de Lima- se dirigían a un ideal de amplias autonomías americanas que se conciliaran con su ín– timo designio de mantenimiento de la unidad del imperio hispánico ( 11 O).
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