Quinto Congreso Internacional de Historia de América

TÚPAC AMARU Y LA PRIMERA INSURRECCIÓN AMERICANA 81 ba a todos los habitantes de la provincia presentarse en el pueblo de Tungasuca. Al llegar esta masa de pobladores, encontraron al gran re-– belde montado en hermoso caballo blanco, al mando de sus fuerzas militares, las que en campo cercano ejecutaban diversas evoluciones a las voces del inca, quien según fuesen de criollos o indios sus columnas, empleaba alternativamente los idiomas castellano o quechua. Condenado a muerte Arriaga, Túpac Amaru dispone su ejecu-– ción en medio de las formalidades acnstumbradas para tan solemne acto. Lee el pregonero una cédula real que declara al corregidor Arriaga ele-– mento nocivo al reino, y suprimidas la mita y los impuestos denomina-– dos alcabalas y aduanas secas. En el trayecto a la horca, el mismo pre-– genero repite varias veces: "Manda el Rey Nuestro Señor quitar la vida a este hombre por revoltoso" ( sedicioso o alborotador) . Concluída la ejecución, en tono solemne Túpac Amaru dirigió la palabra al pueblo para comunicarle que las órdenes que había recibido del rey no quedaban limitadas a acabar con Arriaga, sino que abarcaba a la totalidad de los corregidores del reino, culpables de los inauditos atropellos sufridos largos años por indios y criollos. En los momentos en que tienen lugar los graves sucesos relatados, el pueblo estaba absolutameste persuadido de que tanto la ejecución del corregidor como la real cédula leída, las palabras del pregonero, igual que la vibrante arenga de Túpac Amaru, todo ello eran actos emana-– dos de órdenes impartidas efectivamente por S. M. el Rey de España. ¡Quién lo hubiera puesto en duda! Sin embargo, sólo el inca y unos pocos de sus más fieles adep,.. tos sabían que todo aquel acto había sido una farsa hábilmente urdida. ¿Por qué recurrió al engaño? Túpac Amaru era lo suficientemente inteligente para compren,.. der el peligro derivado del atávico temeroso respeto del indio por la autoridad legítima. Ninguna duda cabe que de haberse percatado la masa indígena que el Rebelde no obraba por mandato del Rey; el inca hubiera s·ido aban-– donado en el acto. Y en este engaño permanecerá el pueblo -criollos e indios, más los indios que los criollos-, durante muchos días. Bien mirada, la historia de la humanidad ofrece muchos casos de la misma naturaleza, en los que se ha dado a comulgar al pueblo in-– genuo ruedas de molino de todo calibre. Efectivamente: las "voces" que de lo alto recibía Juana de Arco; las otras voces que en su oportunidad escuchó Lutero; las frecuentes visitas del arcángel Gabriel a Mahoma; las misteriosas · inspiraciones que la ninfa Egeria transmitía todas las noches al rey Numa Pompilio; la milagrosa desaparición de la barreta de oro en el cerro de Huanacaure ante los asombrados ojos de Ayar

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