Relaciones de viajeros
90 ESTUARDO NU1'1EZ "No os hagáis ilusiones, general; los datos que tenéis sobre las fuerzas realistas, son erróneos: éstas ascienden en el Alto y Bajo Perú a más de 19.000 hombres de tropas de línea, envejecidas en la guerra, bastando dos meses para reunirlas. El ejército patriota, diezmado por las enfermedades, no puede poner en línea más de ocho mil quinientos hombres, los que, en su mayor parte, no son sino reclutas. La división del general Santa Cruz, cuyas bajas no han sido reemplazadas, pese a sus reclamaciones (según lo que me escribe este general), ha tenido que experimentar una pérdida considerable de hombres en la larga y penosa marcha por tierra que se vio obligada a hacer, no pudiendo ser de utilidad alguna en esta campaña. Los mil cuatrocientos colombianos que habéis enviado, serán necesarios pa– ra mantener la guarnición de las fortalezas del Callao y el buen or– den en Lima: en consecuencia, sin el apoyo del ejército que man– dáis, la expedición que se prepara µara los Intermedios, no podrá obtener las grandes ventajes que de ella se podía esperar, si no lla– masen la atención del enemigo fuerzas importantes hacia otro lugar, y la lucha continuará durante un cierto tiempo indefinido . Y digo indefinido, porque estoy íntimamente convencido de que, sean cua– les fueren las vicisitudes de la guerra actual, ES IRREVOCABLE LA INDEPENDENCIA DE AMERICA; pero la prolongación de la guerra causará la ruina de sus poblaciones, siendo un deber sagrado para los hombres a los que se les ha confiado su destino, evitarles males tan grandes. "En fin, general, mi resolución es irrevocable. He convocado el primer Congreso del Perú para el 20 de setiembre próximo, y al día siguiente a su instalación, me embarcaré para Chile, con la cer– tidumbre de que mi presencia es el único obstáculo que le impide ve– nir al Perú con el ejército de su mando. La suprema felicidad para mí, hubiese sido terminar la guerra de la independencia bajo las ór– denes de un general al que la América del Sur debe su libertad. El destino dispone de otra manera, y yo debo conformarme a esto. "Yo no dudo que después de mi partida del Perú, el gobierno que allí se establezca reclame vuestra activa cooperación, y yo pien– so que no os negaréis a un pedido tan justo. Antes de partir, yo le entregaré una nota sobre todos los jefes, a fin de que podáis conocer útilmente su conducta militar y privada. "El general Arenales permanecerá encargado del mando de las fuerzas argentinas. Su probidad, su valor, sus conocimientos mere– cerán vuestra estima y vuestra consideración. Nada os diré de la in– corporación de Guayaquil a la República de Colombia. Permítame pensar solamente, general, que no nos correspondía a nosotros resol-
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