Relaciones de viajeros

200 ESTUARDO NU EZ necesidad. ~olamente 1,000 hombres de esta expedición regresaron a L'ma, abandonando armas, artillería y bagajes en poder del enemigo victorioso. Entre ellos Alvarado, que llegó a Lima en enero de 1823. Arenal s, entretanto, había tirado el mando de su división de ejército, retirándose a Chile. El ejército del centro (así se llamaba el mandado por Arenales), disgustado por la acogida que sus quejas habían merecido del Con.. greso, y por el resultado desastroso de la expedición de Alvarado, y trabajados al mismo tiempo dos oficiales por las intrigas de Riva Agüero, exigió del Congreso un cambio de Gobierno, y cuando ese cuerpo vac'laba en acordarlo, el ejército levantó campamento en Ca– ñete, y con Santa Cruz a la cabeza, avanzó sobre Lima para intimidar al Congreso. Don José Riva Agüero fue indicado como persona capaz de desempeñar la presidencia y encontrándose el Congreso muy apu– rado, al fin destituyó la junta y nombró presidente al marqués de Torre Tagle. Un batallón, sin embargo, entró en Lima, y Santa Cruz informó al Congreso que Riva Agüero era el único capaz de restable– cer los asuntos del Estado, y finalmente que no se disolvería sin antes decidir nombrarlo. Se suscitó discusión muy acalorada que duró toda la noche y por la mañana, se lanzó una proclama nom– brando presidente de la República a don José Riva Agüero; al día siguiente fue designado general un jefe de los ejércitos del Perú. Inmediatamente puso con actividad manos a la obra para recu– perar el terreno perdido y preparar otra expedición a Intermedios, que se admitía universalmente ser el punto débil del enemigo. Aho– ra, por la noticia del empréstito levantado en Londres para el Perú, y con esta garantía, pudo contratar con siete casas respetables ingle– sas y extranjeras de Lima, para el fin que tenía en vista; y las tro-– pas iban a ponerse al mando del general Santa Cruz. Los contratistas l;l.icieron esftierzos inmensos para llevar las cosas adelante, y sabemos bien, cuando se emplean el capital e industria británicos, cuán presto se completan asuntos de esta clase. A principios de mayo, una fuer– za de 5,500 hombres estaba lista para embarcarse y había zarpado. Las tropas y sus oficiales se componían enteramente de peruanos, es-– perándose, y con alguna razón, que los habitantes del Alto Perú pre– ferirían recibir como libertadores a compatriotas y no a extranjeros; se creía también que no habría tanta probabilidad de insubordina– ción e indisciplina entre ellos, como se sabía existir entre las fuerzas argentinas y chilenas, que antes habían descontentado a los habitan– tes por su sed de saqueo. El presidente, sin embargo, no procedió con su habitual prudencia nombrando segundo jefe al general Gama• rra, hombre de carácter desacreditado y va or discutido. Esto mismo

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