Relaciones de viajeros
204 ESTUARDO NUI'l:EZ El 13 de junio la ciudad comenzó a mostrar mayor confusión, aunque no se tuviesen noticias más ciertas; el Gobierno embalaba y enviaba todo al Callao, y muchas familias empezaban también a des– pachar allá sus muebles. Se esperaba ahora que el Congreso delegase su poder en las au– toridades ejecutivas y se disolviese, pues en desorden tan general es imposible que un gran cuerpo colegiado proceda con eficacia. Bajé a caballo al Callao para comer con el capitán Prescott del barco de S.M Aurora, y al regresar por la tarde encontré el camino apiñado con soldados enfermos procedentes de los hospitales de Lima que iban al Callao; los menos enfermos marchaban a pie, el resto en ca– rretas y pollinos. Nunca en mi vida vi cuadro de tanta desdicha; generalmente estaban semidesnudos y algunos tan débiles que se veían obligados a tenderse en animales de poca alzada, con sus largas piernas, reducidas a piel y hueso, tocando frecuentemente el suelo. El general Miller mandó decir, el 14 de junio, que sin ninguna duda el ejército español avanzaba aunque no lo había encontrado todavía v que sus caballos estaban completamente inutilizados; ro– gaba por tanto se le enviasen otros, y sus amigos despacharon ca_. ballos que lo habilitasen para desempeñar la arriesgada tarea que se le había confiado. La mayor alarma y calamidad se apoderó de Lima en este mo– mento; muchos hasta entonces habían puesto en duda las noticias, pensando ser alguna treta del Gobierno para decidir al Congreso a disolverse; pero ahora que sin duda la ciudad iba a ser entregada al enemigo, o teatro de lucha sangrienta, el terror era visible en todos los rostros. Todos pensaban solamente en salir: algunos para ·el Ca_. llao y otros que no tenían bienes en Lima, para Trujillo. La congoja fue mayor cuando nadie podía conseguir mulas para trasladarse, pues el Gobierno había requisado todas para servicio público; aun aquellas casas particularmente adictas al Gobierno no podían obte– ner permiso para mulas, y nos vimos obligados a quedarnos tranqui– los hasta que las autoridades hubiesen despachado todos sus efectos para el Callao. Las iglesias fueron despojadas de sus remanentes ornamentos de plata, y se sacó todo lo que podría aprovechar el enemigo. Hoy se produjeron discusiones violentísimas en el Congreso an– tes de disolverse; y hasta que se gritó en el recinto: "¡ya están los godos!" los diputados no consintieron en desprenderse del poder. Al fin dominó el terror, y se disolvieron hasta época más propicia, que– dando el Gobierno en manos de Riva Agüero. Muchos diputados se dirigíeron a la costa Norte; pero la mayor parte se retiró al Callao,
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