Relaciones de viajeros
RE.LAC!ONES DE VIAJElrn$ 209 compensación de respetar los bienes de los emigrantes de Lima: a saber, 40,000 yardas de paño, tres millones de duros, y 3,000 juegos de armas. Dijo haberse limitado a contestar verbalmente que vinie– ran al Callao y los tomasen si podían. Por la tarde fui a ver el campamento del regimiento colombiano de rifleros, estacionado en una esquina del fuerte. Los hombres descansaban en cuadro sobre el montón de ripio que formaba la ex· planada, sin carpas o abrigos de ningún género. La mayor parte de los oficiales eran irlandeses que habían servido largos años en Co– lombia. Parecían muy ofendidos por la orden de retirarse sin ver siquiera al enemigo, y decían estar acostumbrados a pelear con los españoles, tres contra uno, y que si Bolívar estuviese con ellos segu– ramente habría comprometido batalla. Del campamento continué mi paseo por la lengua de tierra que corre al sur del fuerte principal, y pasé por el terreno ocupado por el antiguo Callao, destruído por un terremoto, ochenta años atrás. Este sitio tiene todo el aspecto de haber estado antes edificado: está cubierto con masas de albañilería, y topes de paredes casi enterradas se ven todavía. Hay también al– gunos sótanos descubiertos, que se decía haber sido iglesias, donde se tiran los muertos de la guarnici6n. Al pasar por ellos encontré hedor horrible, los cadáveres estaban medio descubiertos en todos los estados de putrefacción, algunos vestidos y desnudos otros. Las intrigas del Congreso contra Riva Agüero, aplacadas durante los últimos pocos días de confusión, empezaron luego a renacer, y pronto se encontró la persona para jefe y campeón. El general Sucre, a quien Bolívar había conferido el mando limitado de las tropas co– lombianas hasta su llegada, es joven de buen aspecto marcial, espe– cialmente a caballo, que se ha distinguido en Colombia. Mandó las tropas en la batalla de Quito, expulsando completamente a los espa– ñoles de la provincia; sin embargo, yo le tendría por mejor político que soldado, y, como es activo intrigante, hace pareja con Riva Agüero. El Congreso comenzó a volver los ojos a él, para sostener la causa contra el presidente a quien deseaba destituir. El genral Sucre era muy callado en sociedad, pero su aspecto revela aire de pensar y es muy diligente y hábil en el manejo de la pluma. También es am– bicioso, y las vistas del Congreso parecían armonizar exactamente con sus ideas de engrandecimiento. Por tanto, fácilmente compartió sus medidas, que al mismo tiempo preparaban el camino para el poder absoluto que deseaba asegurar a Bolívar cuando llegase. En la primera oportunidad se quejó al Congreso de la mala administración de la fortaleza, desperdicio de víveres, municiones, etcétera, y solda-
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