Relaciones de viajeros
214 ESTUARDO NU.til:EZ finas barbas ensortijadas. Todos los oficiales usan barba; y se dice que en su primera retirada de Lima, prometieron no afeitarse hasta volver vencedores. Cualquiera sea la causa, como a menudo están expuestos a bruscos cambios de clima aseguran que el cabello les proporciona utilísimo abrigo en la cara. A las 10 a.m. del 20, mucho nos sorprendió un cañoneo de los fuertes. Inmediatamente tomé un bote y fui a tierra. Encontré el Callao en fermentación y lleno de tropas, pues se esperaba que los españoles intentasen atacar Ja plaza. Subí a una azotea atrás de la ciudad, que dominaba toda la escena, pues no había diez yardas del parapeto que unía los fuertes; desde este sitio, podía ver todo los preparativos de ambas partes. Observé las tropas colombianas apostadas en diferentes sitios, todos los fuertes y baterías con sus dotaciones, y el regimiento argentino de negros, fuerte de 500 plazas, en el parapeto que une los castillos con el gran fuerte Real Felipe; parte de la ciudad del Callao también había sido derri– bada y despejada para hacer, en caso necesario, resistencia más eficaz. El grueso de los españoles estaba en Bellavista, donde se halla– ban cubiertos por los edificios que aún quedaban en pie. Su izquier– da estaba en una especie de huerta defendida por pared baja, detrás de la que vi gorras blancas de la infantería, y hombres de bruces parapetados ~n diferentes terraplenes. Su derecha estaba justo fue– ra de tiro de cañón del fuerte izquierdo patriota y desde este punto avanzaron sus escaramuzadores entre el matorral y por las zanjas casi hasta tiro de mosquete. Me afligió que los realistas nunca pensa– ran en atacar realmente los fuertes, pues la posición de los patriotas era tan sólida, y sus fuerzas no muy inferiores a las españolas; y resultó que Canterac deseaba provocarlos si era posible a salir de las defensas y empeñar combate en campo abierto. A medio camino entre Bellavista y el fuerte principal del Callao hay una cruz de madera con pedestal de piedra; en este punto el general Miller, que andaba en reconocimiento con el coronel Raulet, encontró al general español Lóriga y celebraron una conferencia que duró algún tiempo. El general Lóriga es muy valiente, pero nada simpático al ejér– cito realista por su genio intemperante; y a no ser, en otros respec– tos, militar estimable, el virrey probablemente no le hubiera dejado seguir en el servicio. A consecuencia de su índole apasionada tiene orden expresa del virrey de nunca t¿sar espada sino en actos de ser-– vicio porque ha matado, de rabia, a varias personas en diferentes épocas. Entre él y el general Miller existía una especie de amistad
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