Relaciones de viajeros

216 ESTUARDO NU.&EZ paba la ciudad, el capitán Raulet fue enviado de parlamentario al cuartel general de Jauja. A su regreso entró en Reyes, pueblo a doce leguas de Paseo, habitado por indios vaqueros, todos celosos patrio– tas, que confundieron su uniform con el español y le tomaron prisio– nero. Exhibió su pase que ninguno pudo leer: y no obstante sus afirmaciones de ser amigo, lo ataron de pies y manos, despojándolo de todo, y cada uno le dio una trompada por "maldito godo''; la mañana siguiente, después de recibir el mismo tratamiento, lo saca– ban para arcabucearlo, cuando felizmente llegó al pueblo un oficial montonero que lo reconoció y salvó. Mientras estos tres oficiales conversaban juntos, Canterac ha• bía avanzado considerablemente desde Bellavista, con un dragón asis– tente, para reconocer los castillos; y permaneció a tiro un cuarto de hora con anteojo en mano, y poncho blanco y sombrero de paja. Como a las tres de la tarde, dos compañías de cazadores salieron del fuerte chico para desalojar a los escaramuzadores a quienes car.. garon a la bayoneta e hicieron retroceder; pero cuando los cuerpos realistas avanzaron en protección, las dos compañías regresaron a los fuertes. Poco después cesó el fuego, y Canterac, encontrando no poder inducir a los patriotas a dejar las fortificaciones, retiró sus fuerzas. Los españoles permanecieron quietos al día siguiente aunque los patriotas esperaban que volverían a avanzar, y en la noche, por tanto, habían estacionado dos bergantines de guerra cerca del fuerte de la izquierda que era el más expuesto. Caminé por el terreno que ocupó ayer el enemigo pero sin encontrar cadáveres, habiéndose llevada cada bando sus 1)1uertos y heridos. Los españoles perdieron un coronel: una bala que entró en una masa del ala izquierda mató e hirió diez y siete hombres. Bellavista tenía también aspecto de ha– ber soportado el cañoneo. Hoy arribó un barco de Valparaíso, con noticias del horrible temporal del Norte ocurrido el 9 de junio, que echó a tierra e hizo naufragar catorce barcos, y averió muchos otros. Esta tormenta oca– sionó demora a la expedición que se aprestaba en Valparaíso para unirse con Santa Cruz, pues se perdieron los transportes que debían conducir las tropas y con ellos muchas armas y equipos ya embar– cados. El gobierno y los comerciantes estaban ahora activamente empe– ñados en alistar otra expedición a Intermedios, mientras el ejército español permanecía inactivo en su campamento delante del Callao. Como 3,000 hombres se destinaron a este servicio en dos divisiones, una mandada por Miller y otra por Alvarado; eran principalmente

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