Relaciones de viajeros
RELACIÓNES DE VIAJEROS 223 pero puso un pellón blando sobre la mesa y, con mi montura por al– mohada, habría dormido muy bien si las pulgas, que hierven espe– cialmente en la costa, no me hubiesen casi devorado. A las 9 a.m. del 14 de julio, pasaba la gran dificultad de conse– guir caballos, que al fin resultaron casi tan malos como los de ayer, partí, bebiendo previamente con el padre, que habitaba puerta por medio, una mezclilla de cerveza, aguardiente, azúcar y huevo, com– binación para que el buen cura se pintaba solo. No lejos de la ciu– dad, la yegua vieja que montaba mi criado se echó en el camino, de pura debilidad: por consiguiente, sin ceremonia entramos en un po• trerito donde vimos un caballo pastando, lo tomamos y dejamos la yegua vieja en reemplazo. Después de marchar media legua por un arenal desierto , llegamos al valle y pueblo de Barranca, por el mismo · estilo de Supe. Encontré al gobernador, hombre bien criado, acaba– llo, y me invitó a almorzar en su casa, una milla del pueblo, sobre mi ruta, mientras dio órdenes que se nos trajeran dos buenos caballos. Me obsequió comida excelente de picadillo de gallina y chupe y, en seguida, chocolate con tostadas. Era un oficial que había servido a las órdenes de San Martín, y por consiguiente conocía muchas per..– sonas con quienes yo estaba en relación. Después de almorzar, los ca– ballos (verdaderamente óptimos) estuvieron listos para la etapa si.– guiente a Guarmey e insistió en acompañarme hasta el río, para ver– me vadearlo con seguridad. El camino en aquel lugar corre por gran.– des campos cultivados, con tapias y no con los bellos cercos vivos y floridos que tanto admiré en el valle de Huaura. Se llega al río Barranca mediante una bajada rápida en la ribera alta formada por grandes guijarros y tierra; por ser la estación seca meramente lo componían tres torrentes separados, con agua que lle– gaba a las costillas, pero inseguros, pues el lecho es de inmensos can– tos rodados, que ofrecen para el caballo piso muy incierto: la anchu– ra del cauce en total quizás sea más de un cuarto de milla, y cuando llueve en la Cordillera se llena por completo, corriendo con furia, y arrastrando árboles y aun rocas, que lo hacen generalmente impasa– ble. Algunas veces, sin embargo, se pasa con los caballos a nado, pe– ro muchos se han perdido al intentarlo. En la otra banda, el terreno es bajo y pantanoso, cubierto de matorrales algún trecho, y los caba– llos marchan con dificultad en distancia considerable con el agua a las costillas. El terreno pronto empezó a levantarse y llegamos a un lindo ingenio azucarero, perteneciente a un noble residente en Espa– ña, cuyo hermano, viejo realista, vive en el lugar. El camino pasa por el patio, y como un caballero venía de Barranca e iba conmigo has.. ta Pativilca, se detuvo para hablar con el viejo plantador. Es fundo
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