Relaciones de viajeros

224 ES!UARDO NU.~EZ notablemente bueno, con capilla y edificios cercados de alto muro, como fortaleza. Cuando pasamos la portada entramos en un gran patio oblongo, con linda casa en un extremo, y el resto ocupado por el molino, trapiches y cuartos de esclavos. La tierra está abundante– mente provista de agua llevada a todas partes por acequias de mam– postería; algunas plantaciones empezabna a brotar, otras se halla– ban en pleno crecimiento y otras más a medio desarrollar. Poco después llegué al pueblo de Pativilca, quizás mayor que los ya vistos . Algunas casas, también, son más cómodas, aunque el polvo y suciedad de las calles son tan grandes aquí como en cualquier par– te. Me demoré simplemente para presentarme al presidente del de– partamento de Lima, que aquí acaba; había emigrado al aproximarse los españoles, y el respetable caballero anciano fue bastante bonda– doso para darme pasaporte ordenando empeñosamente a los te– nientes gobernadores del trayecto que me facilitasen todo. Después de andar una legua por país bien cultivado, campos abiertos, cercados de tapia, llegamos a una casa grande; y por creer el guía que sería mejor sacar algún maíz para los caballos, resolvi– mos conseguirlo aquí. Nuestro guía exigió maíz para "caballos del Estado", naturalmente sin pagar, lo que nos atrajo la familia entera. El propietario, muy razonablemente requirió ver la autorización; pero concluí la disputa diciendo que pensaba pagar todo; el ancia– no entonces nos señaló un montón de maíz rogándonos tomásemos gratis lo que necesitáramos. Como ~iajar a caballo es tan universal en este país, se han in– ventado numerosas comodidades para disminuir la fatiga del cami– no; por ejemplo, sobre las sillas y debajo del pellón, se ponen fra– zadas, sábanas, etcétera; también se llevan cruzadas al animal alfor– jas de algodón fuerte, como maletas inglesas que contienen ropa blanca, comestibles, etc.; para beber los jinetes llevan en la cabeza– da de la silla un porongo o un par de chifles con tapas de plata. He mencionado que más allá de este fundo nuestra ruta seguía una legua a través del mismo país fértil donde tuve oportunidad de ver el método peruano de arar. Cuatro bueyes van uncidos casi a la usanza inglesa, y el arado en parte es de la misma construcción, so– lamente mucho más angosta la uña de madera y mal hecha, de mo– do que apenas roza el terreno dando vuelta al surco a un lado y a otro. Es costumbre, después de levantar la cosecha, dejar correr al– gún tiempo el agua sobre el terreno hasta ablandarlo, y luego se ara. La profundidad de la linda tierra negra encontrada en la región regada del país sería asombrosa si no recordáramos que desde tiem– pos inmemoriales mucho suelo ha sido acarreado desde los Andes

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