Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJEROS 231 Mis guías hasta aquí habían sido invariablemente indios, pero el que me procuré ahora se llamaba Luis Castillo, sujeto inteligente, bien vestido, montado en caballo propio, con un pañuelo limpio y perfumado en cada bolsillo de la chaqueta, además-de una cantidad de duros. Me dijo que su negocio era de propio; se ocupaba con el Gobierno y los particulares y percibía de Trujillo a Lima 100 o 200 duros, cubriendo generalmente la distancia en cinco días. El camino de Nepeña a Santa continúa por un arenal accidenta"" do. Dimos con varios vestigios de pueblos indios, particularmente dos calles paralelas que se extienden derechas una legua. Son de veinte pies de ancho pavimentadas con adobes, y pared de tres pies de altura de cada lado; a intervalos hay ruinas de casas medio en– terradas en la arena. La llanura en que se hallan estos pueblos, evi-– dentemente fue cultivada, viéndose todavía los troncos secos de ár– boles antes florecientes. Hay otras ruinas cerca de Santa, algunas en grande escala y construídas de adobe. Al entrar en el valle de Santa observé una huaca, o gran mon– tículo de tierra, con paredes de tapia, tan frecuentes en todo el Pe– rú y tenidas por cementerios de los antiguos indios, pues contienen esqueletos y utensilios que se suponen haber sido enterrados junto con los cadáveres. Llegamos a Santa a eso de las cuatro de la tarde; es pueblo, importante con gran plaza e iglesia, ubicado en un llano productivo. Tiene excelente puerto donde acuden barcos de Lima en busca de arroz, azúcar y tocino. Cerdos y vacunos son abundantísimos. No habiendo aún quebrantado mi ayuno estuve completamente listo pa– ra el manjar proporcionado por el gobernador, y encontrando poder conseguir caballos, resolví marchar de noche hasta Virú, diez y ocho leguas, y catorce de Trujillo.

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