Relaciones de viajeros
234 ESTUARDO NUI'l'EZ des, abunda en todo lo necesario para la vida, comparativamente ba– rata; el alquiler de casas es también bajo, siendo el precio de las mejores 300 duros anuales. Aunque cuatro grados más al Ecuador, la temperatura de Trujillo es preferible a la de Lima y no está tan sujeto a tercianas o chucho, probablemente porque hay mejor airea– ción. Trujillo manti ne comercio bastante considerable con la capi· tal, Guayaquil y Panamá. El comercio con Lima consiste en produc– tos del valle fértil, algodón, azúcar, arroz y tocino, junto con el pi– cote azul ordinario, tejido en las inmediaciones y usado en general por los indios. También se envían de Trujillo cantidades considera– bles de oro y plata de que hay muy buenas minas en la cordillera y a corta distancia. Los retornos se componen principalmente de ma– nufacturas británicas que generalmente obtienen pr ecios 25 % más altos que en la capital. Huanchaco, puerto de Trujillo, es poco mejor que una rada abierta; el pueblo mismo no es sino un villorrio indio, de chozas construídas con cuatro pedazos ouadrados de estera de junco o ca– ña, cosidos a soportes delgados, y otras esteras para techo plano. Las calles son tan angostas que dos caballos pasan con dificultad y el jinete domina con la vista el pueblo entero. Los únkos edificios que pueden llamarse casas son la aduana y otros dos o tres cerca de ella, con frente a la playa. Se alza una iglesia sólida en un cerro atrás del pueblo y se utiliza de marca por los barcos para encontrar fondea– dero. El desembarco eri Huanchaco es sumamente peligroso debido a la rompiente que, como es usual, se interna en el mar. Los botes de los barcos rara vez o nunca intentan ir a tierra, tantas vidas se han perdido; pero se hacen señales pidiendo la lancha del gobierno, gran chata pesada, ·que reman ocho indios expertos. El método de embar· car aquí es tan extraordinario y tan hábilmente hecho, que quizás sea digno de breve descripción. La lancha siempre está amarrada a veinte yardas de la orilla, afuera de las rompientes, y los pasajeros son conducidos por indios; se sientan sobre un hombro y se agarran de su cabeza, con una pierna sobre el pecho y otra en la espalda; de esta manera los indios se ingenian para llevar las personas secas aun cuando las olas lleguen al pecho de los portadores. Algunos indios se colocan a medio camino del cerro de la iglesia, y la lancha con los pasajeros permanece inmóvil hasta que el grupo del terreno alto ha_, ce la señal; cuando ven venir los rodillos, como dicen, del mar, están en silencio; pero inmediatamente que las olas se han retirado corto tiempo, prorrumpen en un silbido agudo, modulándolo exactamente
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