Relaciones de viajeros

246 ESTUARDO NU~EZ miento; él juraría que eran ladrones e insistió que me apurase para alejarnos lo antes posible. Sin embargo, como teníamos tres leguas largas por delante antes de llegar a nada parecido a civlización, y era imposible echarse a correr en nuestros jamelgos si se trataba realmente de ladrones, no accedí, y mientras el indo seguía apu– rándome, con espanto suyo me erguí y desmonté, resuelto a hacer frente a nuestros perseguidores y conocer quiénes y qué eran. En vez de ladrones resultó iban persiguiendo a un hombre que se había llevado una mula de cien duros de Chancay y se apuraban en alcan– zarnos para averiguar si habíamos visto algún animal de esa clase. Allí claramente ha habido últimamente tráfico considerable en el camino con el regreso de los emigrados de Lima, y conté en el corto espacio de una legua no menos de seis caballos abandonados a pere.. cer en el arenal; estaban en diferentes períodos aproximándose al final de sus míseras vidas; algunos todavía parados con la poca fuer– za que les quedaba; otros echados y expirando, mientras las aves de rapiña se posaban en el suelo o en el mismo animal y empezaban el ataque antes que cesaran de respirar. Fue la más deplorable vista de esta clase que recuerde haber nunca presenciado; hambre, sed y can..1 sancio habían combinado sus poderes para vencer el vigor de uno de los animales más nobles de la creación. Antes de mucho andar volví a contemplar con deleite indecible el verde valle de Lima; ciertamente no 1 en toda su lozanía, pues los es– tragos de la guerra y ocupación de un ejército hostil eran visibles por varios indicios. Las viviendas de muchos habitantes pacíficos de las inmediaciones habían sido incendiadas; las puertas y ventanas de otras, derribadas o forzadas, y mostraban haberse hecho vana resis– tencia a la violencia ilegal de la soldadesca. Aquí y allá de los cercos vivos cÓlgaban oscuros jirones amarillos de uniformes realistas, y el camino en algunos sitios estaba sembrado con sobras de avíos. A medida que avanzaba buscaba en vano la población alegre que antes contemplé en este distrito fértil; dos o tres pobres esclavos negros tímidos que difícilmente se atrevían a asomar las cabezas, fue todo lo que vi; pero cuando me aproximé a la capital la escena se h izo algo más horrible a este respecto. El número de habitantes aumentaba, pero aún todo tenía aspecto de saqueo y desolación. Los jinetes úni– camente montaban los animales más ruines, pues los españoles ha..1 bían barrido del país entero caballos y mulas y aun se habían lleva– do muchos de los numerosos pollinos. Quizás sea útil consignar aquí las distancias de las postas y lu– gares, conforme a las leguas que el Gobierno paga desde Trujillo a Lima; pero debe tenerse presente que éste es más bien un cálculo

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