Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJEROS 249 Esta clase de fuerza fue primero fomentada por el general San Martín y produjo tal efecto con su intrepidez que los hombres de que se componía a veces efectivamente derrotaban grandes cuerpos de tropas regulares. No recibían paga, pero les era permitido robar al enemigo doquiera lo encontrasen. Ni sus depredaciones, como puede suponerse, se limitaron a los españoles, pues antes de mucho andar, degeneraron en bandas de ladrones patentados y organizados, bajo la policía relajada y defectuosa de los gobernadores patriotas; cualquier salvaje sujeto ocioso, con un poco de ánimo y mucha aver– sión a ocupación útil, no tenía más que hacer sino ponerse de oficial de guerrilla, o, como se decía, Capitán de Montoneros. Pronto se atraía una banda de compañeros por el estilo, a quienes vestía con una suerte de librea, y los armaba lo mejor que podía, algunos con sables, otros con bayonetas o macanas, y pocos con mosquetes, cara– binas o trabucos. Al fin se hicieron tan desordenados que eran terror de la sociedad civilizada; y como se limitaban principalmente a la proximidad del enemigo, estaban casi fuera del alcance de los gober– nadores patriotas de distrito. Algunos de estos jefes eran hombres temerarios y habían escapa– do con vida de número infinito de hazañas arriesgadísimas. Recuer– do especialmente de uno, llamado "Hombre trabuco" por el arma inmensa de esta clase que usaba y parecía más bien piecita de bron– ce de artillería ligera. Era muy corpulento y fuerte, y dondequiera que lo acosaran cargaba su trabuco con una bolsa de balas de mos– quete y se sabía que de este modo había matado o dispersado un cuerpo entero que le atacó, mientras el retroceso de su pieza fue tan fuerte que le echó de espaldas sobre el caballo. Sin embargo, esta clase de fuerza rara vez viene a las manos con tropas regulares, pero era bien calculada ¡para molestar un ej ército acampado en re– tirada, copando dispersos, interceptando víveres, y apoderándose de cualquier bagaje o munición que se perdier a por falta de conoci– miento de los caminos, accidentes u otras causas. Presionaron acti– vamente la retaguardia del ejército español en su retirada de Lima, impedido como iba por emigrantes y bienes de toda clase: Un día antes que los realistas dejaran definitivamente la ciudad, el capitán Prescott del barco de S.M. Aurora obtuvo permiso de los generales españoles e independientes para llevar un cuerpo de ma– rinos a Lima, con el fin de proteger los bienes y casas británicas de los robos que se cometieron entre la evacuación de las tropas patrio– tas y la entrada de los españoles: no se volvieron a presenciar aque., llas escenas desgraciadas. Así de saberse en Lima la disolución del Congreso en Trujillo,

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