Relaciones de viajeros
256 ESTUARDO NUJ'l'EZ cuarto del mismo tamaño que se comunica con el primero por una gran puerta plegadiza; estaba hermosamente amueblado con sofás de terciopelo carmesí en tres lados de la habitación y las paredes con colgaduras de seda del mi mo color. Enfrente de la ancha puer– ta se sentaría la familia con solemnidad para recibir visitas, de mo– do que se vea completamente de la calle cuando se abran las t0uer– tas. Se sientan en sillas bajas de esterilla o en los sofás. Todavía más allá, en el fondo de la casa, estaba el segundo patio principal– mente rodeado de dormitorios, y detrás de éstos las cocinas y ser– vicios. Después del desayuno (invariablemente de riquísimo chocolate con pan, y una gran libación de agua), la familia iba a misa a las ocho en punto, siguiéndola la esclava con alfombritas en que las damas se sientan en el piso de los templos desprovistos de reclina– torios o escaños, exceipto un banco largo extendido desde el altar por ambos lados de la nave principal hasta la mitad. Después de misa, se acostumbraba ir en carruaje a los baños, una milla de la ciudad, por una !inda alameda que costea la orilla del Rímac. Estos baños fueron construídos para negocio o por una familia española y consistían en gran pileta de doce yardas en cuadro, cercada por tapias y cubierta con zarzos de parra cuyos pámpanos lozanos for– maban lindo techo natural. Adosados a las tapias hay bancos de piedra cubiertos, así como el piso, con esteras: el fondo de la pi– leta es embaldosado y nada puede ser más claro que el agua que por ella corre en abundancia. Esta gran pileta destinase solamente para hombres; pero anejos hay veinte baños especiales para muje– res. En los meses de verano se llenaban de grupos de damas que permitían a los caballeros venir y hablarlas en la puerta mientras ellas se bañaban con vestido liviano a propósito. A las doce la familia reúnese en la sala esperando visitas que, cuando llegan, caminan por el vestíbulo exterior con sombrero pues– to, saludando a los esclavos. En la puerta del cuarto principal, los hombres se sacan el sombrero, y se inclinan separadamente ante cada miembro de la familia, y toman asiento en los sofás laterales: si son mujeres, las de la familia se paran y las abrazan, poniendo primero un brazo alrededor del cuerpo y después el otro. Se considera con– trario a todas las reglas de delicadeza y decoro que la mujer en nin– gún caso estreche la mano del hombre ni se le ocurriría hacerlo a la mujer más abandonada: cuando se despiden por mucho tiempo o se encuentran después de larga ausencia, abrazan a los hombres rodeán– doles la cintura con los brazos. Durante la visita las damas de casa se hacen traer una canastilla de flores y eligen una para cada visi-
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx