Relaciones de viajeros
274 ESTUARDO .NtJ~EZ en verdad, desde la batalla de Sipe Sipe, perdida por las fuerzas ar– gentinas en el Alto Perú. Estos prisioneros marcharon para el Cuz– co, al aproximarse el ejército patriota, y corrían referencias muy horrendas, aunque probablemente algo exageradas, acerca del nú– mero de ellos que perecieron de cansancio en el camino. La cordillera es tan densamente habitada por aquel lindo anima– lito, la chinchilla, especie de conejo, que sus cuevas fueron grande impedimento para caballos y mulas. Pasadas las montañas, el ejér– cito entró al camino general del Cuzco a Potosí que corre por Puno, Pomata, Zepita y La Paz. El río Desaguadero, encerrado por altas márgenes en el sitio donde nace del lago Titicaca, es muy profundo y correntoso; se pasa por el llamado puente del Inca, muy diferente del descripto en la primera parte de esta narración, y probablemente se denomina así por ser construído todavía de la misma manera que en tiempo de los monarcas indios. Muchas balsas de totora (semejantes a las usadas para salir al mar por los indios de Huanchaco, solamente más sóli– das) se atan juntas, formando un cuerpo flotante con sus proas con– tra la corriente; éstas se aseguraban con sogas fuertes de junco en ambas márgenes; y en la jangaba así construída se amontonaba to– tora hasta que la masa pudiese soportar caballería y aun cañones. Esta clase de puente tiene una ventaja notable sobre los demás; pues el último soldado que lo pasaba no tenía más que cortar las sogas con que estaba asegurado a la orilla que acababa de dejar, y la fuer– za de la corriente llevaría la punta así soltada aguas abajo y por fin quedaría del mismo lado que el ejército que lo había utilizado. La situación de la ciudad de La Paz, a tres días de marcha del Desaguadero, es singularísima. Pasando un llano chato y estéril, el viajero llega de repente al borde empinado de un valle profundo en cuyo fondo está La Paz, que se mira casi perpendicularmente. El descenso es tan escabroso que toma algunas horas para bajar la senda áspera que en total tiene tres leguas de largo. El valle conclu– ye en este punto, siendo el lado opuesto tan empi,nado como el res– to, y un río chico corre por el mismo fondo. La ciudad se levanta so– bre laderas en declive y por esta disposición del lugar es imposible usar allí carruajes. Las calles se levantan como escalones una encima de otra, con un lado de la vía más alto que el otro. Santa Cruz estableció su cuartel general en Viacha, pueblito a corta distancia antes de llegar a La Paz. El ejército había sufrido duramente por los caminos pedregosos y el frío cordillerano, pues había sido mal provisto de mantas, y, por consiguiente, requería descanso: más de 600 de los 5.500 hombres estaban en el hospital.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx