Relaciones de viajeros
RELACIONES DE VIAJEROS 281 mostró mucho pesar por su salida, se retiró al puerto de Quilca, donde se hallaban los transportes, sin perder un solo hombre, mien– tras Miller y Raulet protegían eficazmente su retaguardia. En su retirada tuvo lugar una roequeña escaramuza que demostró el carác– ter real de las tropas con que los españoles tenían que combatir. Cuando San Martín zarpó de Chile para el Perú, se acudía a todos los medios para levantar tropas. Para formar un cuerpo de caballería se vaciaron las cárceles, y los presos, organizados en es– cuadrones, eran como puede imaginarse, las reputaciones más vi– ciosas y degradadas de Chile; eran conocidos en todo el Perú con el titulo irónico de Los Inocentes y se hicieron notables por toda clase de crímenes. La división de retaguardia del general Miller con– sistía en 120 de estos malhechores. En la retirada de Arequipa a Quilca, encontrándose apuradísimo por un escuadrón español, Mi.,, ller arribó a la conclusión que sería mejor elegir una buena posi– ción para hacer pie, que verse obligado a pelear siempre con des– ventaja. Los oficiales fueron de la misma opinión y, encontrando a sus hombres valientemente decididos, les condujo a una suave emi– nencia, mientras los españoles hacían alto frente a ellos y a muy corta distancia. El enemigo estaba sin armas de fuego, y Miller se acercaba bastante a caballo para reconocerlos cuando descubrió que los realistas retrocedían en la retaguardia sobre la fuerza principal; inmediatamente volvió a su partida de Inocentes y les propuso car-– gar, pues la avanzada realista se componía solamente de 80 hom– bres que evidentemente tenían miedo de un encuentro. Los Inocentes clamaban ser llevados al ataque y marcharon al trote contra el enemigo. El oficial que mandaba la carga deseaba llevar sus hombres exactamente frente a los españoles, pero o dio voz de mando equivocada o la tropa no la entendió, lo cierto es que se produjo alguna confusión entre ellos: además, les estorba– ban las lanzas que no sabían manejar; y los españoles, viendo la vacilación, a su turno cargaron sobre los Inocentes, que dieron me– dia vuelta y huyeron dos o tres yardas antes de ponerse en contac– to con el enemigo. Miller montaba un excelente caballo regalo de un amigo limeño y trataba de reunir su disperso escuadrón y al hacer– lo llegó muy cerca de muchos soldados españoles que frecuente– mente le tiraban botes; pero como no tenían mosquetes y munición no pudieron herirle. Llegado a la costa, el general Sµcre escribió a Bolívar pidien-– do órdenes, pues sabía que había llegado una expedición de Chile compuesta de 2.500 hombres; y muchos creían que se la haría in– ternar para presentar batalla a los realistas. Pero los asuntos del
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