Relaciones de viajeros
282 ESTUARDO NU.~EZ Perú tenían ahora cariz muy siniestro. Riva Agüero, excitado por las noticias exageradas del éxito de Zepita y confiado en el apoyo de Santa Cruz, y probablemente confiando también en la flota al mando del almirante Guise, levantó en Trujillo estandarte de rebe– lión, e intentó despertar los ánimos de los peruanos nativos contra la facción colombiana, como entonces se designaba al partido go– bernante de Lima; al mismo tiempo imputaba a Bolívar miras si– niestras, aunque el mismo Riva Agüero había sido quien invitó al jefe colombiano a venir en ayuda de los patriotas. Bolívar, aunque altanero e ingobernable en la mayor parte de los casos, estaba deseoso de ceder mucho a las circunstancias en tan crítica coyuntura; pues sabía que una guerra civil sería golpe de muerte para la causa de la libertad. Por tanto hizo proposiciones altamente favorables a Riva Agüero; en efecto, le concedió todo lo que pedía; y en una entrevista que tuve con Bolívar, díjome estar todo arreglado; que Riva Agüero sería presidente en Lima y que iba a traer consigo 4.000 hombres y 2.000 caballos y mulas para servicio del Estado. Riva Agüero, sin embargo, es probable hubiese simplemente formulado estos términos en la ex¡pectativa que no fuesen aceptados; y cuando el ayudante de Bolívar llegó a Santa con la concesión, espe– rando como es natural que todo se arreglaría, se sorprendió de en– contrar que Riva Agüero no quería adherirse a sus propias condi– ciones, declarando, confiado en el éxito anterior, que jamás haría arreglo amigable con el Congreso y Torre Tagle. El marqués de Torre Tagle había convenido previamente, sin duda por sugestión y consejo de Bolívar, en retirarse a Chile y sacri... ficar sus vistas personales en bien del país; pero el Congreso, teme– roso de la unión entre Bolívar y Riva Agüero, usó toda su autoridad para ensanchar la brecha existente, diciendo a Bolívar que tenía en su poder la prueba de una correspondencia traidora con el enemigo. Estas manifestaciones, junto con la obstinación de Riva Agüero, indujeron, con la mayor repugnancia de Bolívar, a declararle la gue– rra, y en consecuencia, impartió órdenes a todas las fuerzas de Quil– ca y Arica que se le uniesen en Supe, puertecito que he mencionado entre Lima y Trujillo. Prontitud era lo más necesario, pues se sabía en Lima que la flota del almirante Guise estaba por zarpar para Huanchaco en ayuda de Riva Agüero y que a bordo se encontraban Santa Cruz y otros oficiales. El general Sucre, en consecuencia, embarcó su división confor– me a las órdenes recibidas y propuso al general Miller destruir to– dos los caballos, mulas y ganados que aquel activo jefe había traído
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