Relaciones de viajeros

DECLARACION DE GUERRA CONTRA RIVA AGUERO.– TERMINACION DE LOS AMAGOS DE GUERRA CIVIL.– EXAMEN DE LOS MOVILES Y MIRAS DERIVA AGUERO.-SU ESCAPE PARA INGLATERRA. (*) Durante su correspondencia y negociac10n con Riva Agüero, Bolívar daba los pasos necesarios para hacer la guerra con todo vi– gor si era necesario. Sus tropas del Callao y Lima continuamente se disciplinaban y ejercitaban; se les proveyeron buenos uniformes y, con consentimiento del Congreso, se impuso tributo a los habitan– tes de Lima, conforme a sus respectivos comercios, en proporción que produciría 400.000 duros en cuatro meses. También requisó to– dos los caballos y mulas del país, exceptuando los que fueran pro.. piedad de extranjeros, y los llevó a buenos pastajes, donde gana– sen fuerza y se hicieran útiles, en vez de ser galopados por ahí, y aun vendidas por los militares, como hasta entonces se acostum– braba. Se creía, sin embargo, que las cosas no llegarían a extremarse con Riva Agüero; tpero al fin concluyó la paciencia de Bolívar por una negociación infructuosa que evidentemente se tramitaba por Riva Agüero sólo para ganar tiempo. La guardia colombiana de 600 jinetes, en consecuencia, salió de Lima, tomando el camino del Nor– te por la costa y fue obvio luego que iban a empezar las operacio– nes activas. Este regimiento estaba bien equipado, todos los hom– bres montaban mulas con avíos nuevos, mientras los caballos iban arreados adelante para no inutilizarlos con la fatiga de viajar por los arenales que he descripto en mi expedición a Trujillo. Pocos días después, el mismo Bolívar se embarcó para Supe con 2.000 infantes, dejando a Torre Tagle al frente del Gobierno en Lima sostenido por 1.000 infantes, consistentes en el regimiento Río de la Plata y el número 11 de Cl.1ile, mientras los granaderos a caballo, mandados por Lavalle, se apostaron en lea con un batallón de infantería fuerte de 700 plazas. Los castillos del Callao fueron guarnecidos por el regimiento colombiano de Vargas, fuerte de 1.000 ( *) Corresponde al cap. XXXVI.

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