Relaciones de viajeros
286 ESTUARDO NU~EZ hombres, y algunas compañías de artillería chilena al mando del general Alvarado. Riva Agüero, oyendo que Bolívar había positivamente desem– barcado en Supe con intención de atacar, no pensó en resistir y or– denó que la mayor parte de sus tropas se retirasen a Caja.marca, país montañoso en el norte del Perú, lindando con Quito. Había con"' vocado un consejo de guerra de su partido en Trujillo, cuando la casa fue rodeada inesperadamente por un cuerpo de caballería al mando del coronel La Fuente, que por todo se había declarado su particular amigo, pero que, encontrando que las cosas no presenta– ban cariz favorable para Riva Agüero, resolvió traicionarle hacien– do las paces con Bolívar y el Congreso. Inmediatamente envió co– municación al Libertador sobre lo que había hecho, agregando ha"' ber mandado seguir a Novara que estaba al frente de las tropas de Riva Agüero, en Cajamarca, para hacerlo volver. Entretanto, Bolí– var avanzaba desde Supe a marchas forzadas sobre Ruarás, cuartel general de las tropas de Riva Agüero, y entraba al lugar sin oposi– ción, dispersándose las fuerzas o pasándose a los colombianos. Así, en un momento terminó la conspiración que una vez amenazó la total destrucción de la causa independiente y que, aunque solamen– te existió breve tiempo, arrastró para los patriotas consecuencias muy desastrosas. Riva Agüero después aparentó justificar su conducta, pero le sería difícil probar ninguna vindicación satisfatoria. Sin duda tuvo envidia de los colombianos y habiendo conseguido la autoridad su– prema del Perú, no le agradaba entregarla a extranjeros. Este senti– miento, si realmente patriótico, hubiera sido perdonable si él hu– biera tenido la mínima probabilidad de librar al país de españoles sin ayuda extraña. Bien sabía que no podía hacerlo, y, por consi– guiente, a raíz de ser electo presidente, invitó o más bien suplicó con insistencia al jefe colombiano que trajese sus tropas al Perú. En todo caso, después de conocida la derrota de Santa Cruz, estas vanas esperanzas, si alguna vez efectivamente las abrigó, debieron haberse abandonado y debió estar listo para cooperar con Bolívar; si sospechaba 'de miras siniestras en el proceder de los colombia· nos, sería tiempo de oponérseles cuando el enemigo fuese expulsado del país y estas miras se patentizaran. Además el Congreso peruano érale decididamente adverso; naturalmente no me refiero sólo a los veinte diputados reunidos en Lima que eligieron presidente a Torre Tagle, sino a la gran mayoría de representantes y entre ellos muchos en quienes él había depositado su mayor confianza. Aun su Senado elegido en Trujillo le abandonó y, al fin, fue sostenido en su resis-
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