Relaciones de viajeros

tl~LACIÓNÉS D~ VIAJ~Ró~ 281 tencia solamente por unos pocos militares aventureros en quienes se ha visto no podía confiar y le abandonaron en el momento que su cooperación se necesitaba más. El Congreso le imputó estar en correspondencia con los españoles; y creo por todo lo que pude sa– ber que estaba en comunicación con ellos, pero no con intención traidora; en efecto, su vida entera había sido tan completamente contraria a ellos que los jefes realistas probablemente no habrían confiado en cualesquiera insinuaciones de esta clase que él les hiciese. En este período se hizo circular muy intencionada, aun– que secretamente, por algunos de sus partidarios de Lima, un do– cumento, base supuesta de una negociación entre Riva Agüero y La Serna; su objeto era probar que su propósito al comuniGarse con el enemigo era promover la paz del Perú, cuando se hubieran ob– tenido los grandes objetivos de guerra. Se decía que sus proposi– ciones fueron éstas: que los realistas reconociesen la independencia del Estado; que las fuerzas patriotas fuesen disueltas y empleadas las de los generales españoles, por ser mejor disciplinadas, más res– petadas, y por lo tanto más adaptadas para mantener el orden; que todos los españoles, a la sazón en el país, gozarían los privilegios de americanos, pero todos los que llegasen en adelante se conside– rarían extranjeros; y finalmente que se convocase un Congreso li– bre constitucional, con facultad de elegir su propio gobierno. Tales eran los términos mencionados por los amigos de Riva Agüero, como base de un tratado que daban por casi concluído; mientras por otra parte sus enemigos afirmaban que, encontrando su 1J.oder casi al punto de concluir había adoptado este modo de en– tregar el Perú al enemigo. Ciertamente la cláusula de este tratado que el ejército independiente se disolviese mientras el realista que– daba hecho, favorece la conclusión que, si sus intenciones eran hon~ radas, su juicio era muy defectuoso. Sus opositores, por tanto, ar– güían que debía elegir entre ser loco o traidor y su talento recono– cido daba asidero a la alternativa menos favorable. Sea lo que sea, tendrá ciertamente que soportar el odio de ser considerado hombre que prefirió la satisfacción de su ambición y de sus animosidades personales, al bien público. La causa de la inde– pendencia del Perú era la causa de toda la América española, y la seguridad de toda dependía de la extirpación del ejército realista del Perú; y admitiendo que Bolívar procediese en algún grado mirando a su gloria personal, nadie, con todo, de ningún partido, ha negado o afectado negar que mientras el Perú continúe bajo el dominio es– pañol, Colombia no puede estar segura. En efecto, si Bolívar, como

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