Relaciones de viajeros
RELACIONES DE VIAJEROS 291 tas conservasen el dominio del mar y la posesión de los castillos del Callao. Los habitantes más ricos de Lima por entonces estaban con• virtiéndose en horriblemente pobres; los tiempos eran también in– seguros para valer la pena de cultivar las chacras y recomprar los esclavos y ganado que en los tres años últimos se les habían arre– batado diferentes veces por la ocupación alternada de los partidos contendientes. La mayor parte del dinero sonante también se había escurrido, o desaparecido de la ciudad; parte fue embarcado para Europa, mientras los empréstitos forzosos y la carestía de víveres consumía no muy despacio todo el oro y plata en circulación. El go– bierno había agotado el crédito con frecuentes emisiones de papel y moneda feble; y nada, estoy persuadido, disgustó más a los peruanos con la causa independiente, que obligarlos a recibir pedacitos de papel y monedas de cobre por sus géneros en vez de plata u oro, que en tiempo de los virreyes eran tan copiosos y sabían abundaron en su país. Cuando al fin el valor corriente del cobre alcanzó depreciación de setenta y cinco por ciento, fue retirado, es decir, desmonetizado, y por tanto quedó en manos de los tenedores como crédito contra el gobierno cuando pudiera o quisiera pagarlo. Por causa de esta situación, los negocios de toda clase aflojaron notablemente; y como en países civilizados el litigar generalmente aumenta con la pobreza, el consulado o tribunal de justicia, se llenó de demandas. Tal era la manera corrompida de administrar justicia que quienquiera no desease pagar sus deudas evitaría saldarlas tanto tiempo como se le antojase con tal que jurara repetidamente que no podía pagar. Con este sistema el crédito particular naturalmente desapareció. Lima, en tiempos prósperos, siempre ha de ser lugar de la mayor importancia comercial para la Gran Bretaña. Además de la cantidad de manufacturas consumidas en la ciudad, inmensa en proporción a la población, toda la costa norte ha sido provista por el mercado de Lima. El país montañoso hacia Ruarás, las ciudades de Guánuco y Pisco, y el valle de Jauja, todos situados en regiones populosas, se proveen también de la capital y requieren grandes importaciones de mercaderías. Se estimaba por un comerciante in_, glés de Lima, mientras yo estaba allí, que la renta aduanera, a veinticinco por ciento sobre las importaciones, en tiempo de paz, sería de dos o tres millones de duros anuales. Debemos recordar que las mercaderías se evalúan en menos del precio de costo, de modo que el valor de las importaciones sería igual a dos millones de libras esterlinas por año. Los retornos, por ahora, al menos, de-
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