Relaciones de viajeros
RELACtONE$ DE VIAJEROS 303 do en las regiones superiores de la Cordillera; pero no había llegado a Canta. El retumbar lejano del trueno se oía, sin embargo, repetido por el eco de las montañas, y el río estaba crecido y rojo con la tierra arrastrada por innumerables corrientes que se le unen antes de llegar a Canta. Poco adelante de Yasso vadeamos esta mañana el río por un puente rústico, lanzado de una roca a otra que se proyectaban sobre el torrente haciendo más angosto el canal. El puente era de dos lar– gas vigas aseguradas con sogas de pita; sobre las vigas había gran cantidad de otras hojas, y en conjunto resultaba un puente seguro aunque vibrante, de dos o tres pies de ancho. Las orillas del río estaban generalmente franjeadas de tacuaras, tunas, y pitas con sus soberbias flores que llegaban a veces a altura mayor de veinte pies. Luego de marchar una milla cuesta arriba por camino muy peli– groso de toscos escalones, cortado o gastado en la ladera de cerros rocallosos, volvimos a' bajar al torrente, y encontrando un pastizal sombreado de árboles a orillas del río, hervimos nuestro chocolate, y extendidos largo a largo en el suelo contemplábamos cómodamente el sublime paisaje de los Andes, y veíamos .las labranzas de los in– dios que en las alturas vecinas preparaban las tierras para sembrar– las una vez pasada la primera lluvia. Esta mañana encontramos un montonero, quien nos dijo con gran sorpresa nuestra, que los realistas estaban en Paseo. Este hom– bre era un indio de Reyes, pueblo entre Paseo y Jauja: vestía tosca chaqueta amarilla y morrión, con pantalones largos que llegaban mucho más abajo de las botas. No nos gustó la expresión del rostro y sospechamos que no pensaba bien de nosotros: por fin nos dijo claramente que él nos creía godos apurados por juntarnos con los españoles, y nada por largo tiempo lo pudo convencer de lo contra– rio. Sin embargo, me preguntó a casa de quién íbamos en Obrajillo, y cuando la mencioné, dijo que estaba muy bien, pues sucedía que el hombre era capitán de montoneros. Encontrando, por tanto, que no pretendía robarnos, desde que éramos buenos patriotas, nos pre– guntó qué teníamos para vender: le respondimos que solamente via– jábamos para satisfacer nuestra curiosidad, y siguió pidiendo todo lo que teníamos encima. Media milla antes de llegar a Obrajillo volvimos a cruzar el torrente por un curioso puente natural, formado por dos grandes rocas de granito que parecían haber caído con los topes tocándose, proporcionando camino seguro sin ayuda de arte. Obrajillo es pueblo indio, de 200 chozas de paja alrededor de la plaza en la orilla del río, y circundado por un vallecito irrigado.
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